Es común encontrar muchas personas con el deseo de conocer al Señor Jesús, para que transforme sus vidas, pero solemos estar lejos del conocimiento de Dios y su Palabra, ocasionando que Cristo no esté en nuestro corazón. Debemos aceptar a Cristo Jesús para que viva en nuestro interior y por consecuencia, también en nuestro exterior.
¿Me intereso por Cristo?
Cuando existe el interés por algo o por alguien, lo tenemos siempre presente. Interés es una preferencia especial, o una cierta inclinación. Por lo tanto, el interés que debemos tener por el Señor Jesús, debe ser constante y gratificante. Para interesarnos por el Salvador es necesario que crezcamos en su gracia y en la fe.
La pregunta es personal: ¿me intereso por Cristo? Si hiciéramos a un grupo de personas la misma pregunta, tendríamos una amplia variedad de respuestas. Lo importante aquí, es la respuesta que daríamos cada uno de nosotros. Al interesarnos por Cristo, mostramos agrado en su Palabra, buscamos hacer su voluntad, y queremos seguir sus pasos, es decir, imitarle, lo cual quiere decir que en nosotros hay “algo” que nos mueve hacia Él.
¿De qué manera Jesús ha impactado mi vida?
Jesús ha sido el hombre que más ha influido en un sinnúmero de personas. Su proceder ha cambiado vidas, ha transformado corazones y ha modificado maneras erróneas, formas de pensar en todos los tiempos y en todo el mundo. Hombres de poder y de gran intelecto, han tenido que reconocer la supremacía del Hijo de Dios. Es Jesús el fundamento de la iglesia, el pregonero del evangelio de Dios y su obra sigue trascendiendo las vidas del mundo, por eso Pablo dice, “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.” Hebreos 13:8.
¿Puedes mencionar la manera en que Jesús ha influido en tu vida? ¿Puedes expresar la forma en que ha transformado tus pensamientos, tus palabras y tus hechos? ¿Puedes hablar de cómo el Señor te hizo una nueva criatura? Hoy estamos tan concentrados en las cosas del mundo, que con frecuencia no nos permitimos que el Señor nos guíe, o ya no sentimos su influencia en nuestra vida.
A Jesús no lo conocemos por vista, pero lo vemos y percibimos en respuesta a la fe, “Porque por fe andamos, no por vista.” 2ª Corintios 5:7. No dudamos de su existencia, como tampoco dudamos que si permitimos al Señor que cambie nuestra vida, la transforme y la moldee a su manera, a su carácter, tendremos una vida diferente a la que hemos estado llevando.”He aquí como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano…” Jeremías 18:6.
De ahí surge la pregunta:
¿Cómo saber si soy nueva criatura?
Para encontrar la respuesta a esta interrogante, es necesario entender primero, qué es ser nueva criatura. Por ejemplo: una persona que ha estado presa por mucho tiempo, es una persona que actúa conforme a sus vivencias con respecto a lo que ha aprendido. Cuando obtiene la libertad es una nueva persona, es decir, su proceder ha de reflejar un cambio positivo.
De igual manera, nosotros en el tiempo pasado éramos siervos de pecado y del mal proceder: “¿No sabéis que a quien os prestáis vosotros mismos por siervos para obedecerle, sois siervos de aquel a quien obedecéis, o del pecado para muerte, o de la obediencia para justicia? Empero gracias a Dios, que aunque fuisteis siervos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual sois entregados.” Romanos 6:16 y 17. Esta porción de las escrituras señala a los romanos la pasada forma de vida que tenían, y trasladándonos a la actualidad, a todos aquellos que hemos sido llamados, hacemos énfasis en dar gracias a Dios, que aunque fuimos siervos del pecado, ahora hemos obedecido. ¿Obedecido a qué, o a quién? A aquella forma de doctrina, a la cual somos entregados, o a la cual nos hemos dedicado ahora como nuevas criaturas.
Pablo no puede ser más claro y conciso al hablar sobre la nueva criatura. Es tan preciso que no deja lugar a duda sobre ello. Nos da además, un punto de apoyo muy fuerte cuando expresa: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” 2 Corintios 5:17. Lo que el Apóstol Pablo estaba diciendo es que si somos nueva criatura, es porque estamos en Cristo. ¿Esto qué significa? “Mas el que guarda su palabra, la caridad de Dios está verdaderamente perfecta en él: por esto sabemos que estamos en él. El que dice que está en él, debe andar como él anduvo.” 1 de Juan 2:5 y 6.
Tocado por el Señor Jesús
Ser tocado por el Señor Jesús, nos lleva a recordar la experiencia del Apóstol de los gentiles (personas que no habían oído de Dios). Pablo fue tocado por el Señor Jesús, cuando iba camino a Damasco: “Y yendo por el camino, aconteció que llegando cerca de Damasco, súbitamente le cercó un resplandor de luz del cielo; Y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Y él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y él dijo: Yo soy Jesús a quien tú persigues: dura cosa te es dar coces contra el aguijón. Él, temblando y temeroso, dijo: ¿Señor, qué quieres que haga? Y el Señor le dice: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que te conviene hacer. Y los hombres que iban con Saulo, se pararon atónitos, oyendo a la verdad la voz, mas no viendo a nadie. Entonces Saulo se levantó de tierra, y abriendo los ojos, no veía a nadie: así que, llevándole por la mano, metiéronle en Damasco.” Hechos 9:3-8.
Encontramos entonces, que la experiencia de Pablo, fue un toque del Señor Jesús. Sabemos que su vida era conforme al judaísmo más estricto y de acuerdo a sus enseñanzas; pero Jesús le da una instrucción nueva, llevar su nombre a los gentiles.
A través de la historia registrada en el libro de los Hechos, encontramos que Pablo fue cambiado por el Señor Jesús en el camino a Damasco. Lo más seguro es que cuando él iba por ese camino, no sabía que su vida cambiaría totalmente. De ser un perseguidor de Jesús, ahora era un seguidor del Maestro.
¿Cuántos de nosotros hemos vivido una situación similar? Quizá no fuimos o hemos sido abiertamente perseguidores del Señor, pero si nos opusimos a sus mandamientos, sus enseñanzas y en general a la doctrina limpia que nos predicó hace cerca de dos mil años, entonces nos opusimos a lo que ya había establecido por medio de su Hijo.
La enseñanza, en el caso de Pablo, es que su disposición para el cambio, fue inmediata. Sus palabras fueron: “¿Señor, qué quieres que haga?” e hizo lo que inmediatamente se le mandó. La oposición se tornó en disposición. ¿Por qué ahora nosotros, no intentamos hacer lo mismo? ¿Por qué no mostramos la disposición de Pablo para el cambio personal? ¿Por qué no nos permitimos ser transformados por el toque de Jesús?
Imitadores de Cristo
Imitar a alguien es en ocasiones difícil, porque hay que observar cada uno de sus movimientos, sus gestos o sus palabras, para hacerlos de la misma manera. Es lo que Pablo nos está diciendo, cuando expresa: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” 1 Corintios 11:1. Ser imitadores del Señor, así como el Apóstol lo hacía, implica hablar como Jesús hablaba, caminar como caminaba y vivir como él vivía.
Antes, nuestra vida era diferente. Pedro dijo: “Porque nos debe bastar que el tiempo pasado de nuestra vida hayamos hecho la voluntad de los gentiles, cuando conversábamos en lascivias, en concupiscencias, en embriagueces, abominables idolatrías.” 1 de Pedro 4:3. Ya debe bastar. ¡Ya es suficiente! Ahora lo que necesitamos hacer es dejar de hacer la voluntad de los gentiles.
Nuestra vida debe cambiar. Ahora imitaremos a Cristo en su proceder e intenciones de corazón.
Viviendo en la fe del hijo de Dios
“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y vivo, no ya yo, mas vive Cristo en mí: y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó, y se entregó a sí mismo por mí.” Gálatas 2:20.
Estar crucificado con Cristo, es estar sujeto a la voluntad de Dios. Así como Jesús se sujetó a la voluntad del Padre muriendo en la cruz. Al estar crucificados con Cristo, vive Cristo en cada uno de nosotros, lo que nos lleva a vivir en la fe del Hijo de Dios.
El mundo nos ofrece muchas cosas. Todas pasajeras. Todas vanas. Lo que Dios nos ofrece es una vida diferente cuando aprendamos a vivir en la fe del Hijo de Dios. Lo que ha hecho el Señor por nosotros es enseñarnos una manera de vivir mucho mejor, murió en la cruz, nos lavó de nuestros pecados con su sangre y nos dio vida al resucitar entre los muertos. ¿O qué más podría darnos el Señor para que vivamos como Él vivió y para que andemos en sus caminos?
Cuando vivamos en la fe del Hijo de Dios, nuestra vida dará un giro por completo, la veremos de una manera diferente. Y lo que vivamos, no será en nuestro propio parecer, sino en la forma que Jesús lo vivió. Si vive Cristo en mí, nada de lo que pueda decir será suficiente para describir la grandeza de la vida en Cristo Jesús. Los apóstoles expresaron: “Porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído.” Hechos 4:20. Creo que es el mismo sentir de quienes hemos aceptado que Cristo siga viviendo en nosotros desde que lo recibimos en el corazón.
Hoy necesitamos estar alertas ante las circunstancias que vivimos en estos tiempos. Sólo por medio de Jesucristo podemos salir vencedores, a través de la verdadera vida que Jesús nos da. Lo que estás viviendo, ¿es porque vive Cristo en ti?
Jazziel Picazo Cruz
Pánuco, Veracruz
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