Nadie se convierte en discípulo por estar merodeando alrededor de la persona de Jesucristo sin haber asumido un verdadero compromiso con él.
Texto Bíblico base: Mateo 16:13-28
Los intentos de Pedro por disuadir al Señor de emprender el camino hacia Jerusalén, adonde le esperaban tribulaciones y una violenta ejecución, proveyeron para Cristo el marco ideal para describir lo que implicaba la decisión de seguirlo. Dirigiéndose a todo el grupo, dijo: «Si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame, porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará». Sus palabras describen, en términos absolutamente claros, el costo de alinearse con la causa de Cristo. En los veinte siglos transcurridos desde esta escena nadie ha podido presentar a la Iglesia una definición más precisa de lo que significa ser un seguidor del Hijo de Dios.
La descripción del Señor está dirigida a un grupo en particular: los que quieren ir en pos de él. Para entender el significado de sus palabras debemos recordar que grandes multitudes seguían a Cristo adonde quiera que fuera. Sin duda existiría una gran diversidad de motivos por los que se acercaban a él los individuos que conformaban estas muchedumbres. Una gran mayoría, sin duda, no eran más que los curiosos que siempre están presentes en cualquier ocasión que manifiesta matices diferentes a los de la vida cotidiana. Otros, quizás, eran personas que, por esas vueltas de la vida, estaban presentes en el mismo lugar y momento que Cristo pasaba por la región. Algunos más habrían llegado porque sus amigos, vecinos o conocidos les habían convencido de acercarse para ver al hombre que, en este tiempo, estaba en boca de todos.
En medio de esta aparente gran popularidad no hemos de dudar que los discípulos sintieran cierto orgullo por pertenecer al grupo más íntimo de seguidores de Jesús. En un sentido, era el hombre del momento, y el haber sido escogidos como sus discípulos les otorgaba cierto prestigio. No obstante, ser contado entre la multitud de personas que constantemente giraban en torno del Mesías no convertía a nadie en discípulo y era necesario que Cristo definiera con toda claridad lo que significaba ser un seguidor de él. Del mismo modo hoy, nadie se convierte en discípulo por estar merodeando alrededor de la persona de Jesucristo sin haber asumido un verdadero compromiso con él.
El deseo de ir en pos de él, sin embargo, presupone que él se ha revelado a nosotros y que, de alguna manera, nos ha seducido con una propuesta de vida que es más genuina y profunda que aquella que hemos logrado elaborar por nuestros propios medios. El concepto popular que afirma que nos encontramos en una búsqueda del Señor niega el hecho de que nuestra «búsqueda», el deseo de ir en pos de él, es respuesta a que él primeramente se ha manifestado al mundo que transitamos a diario. Nuestra decisión no es más que la respuesta a la iniciativa de Dios.
Cristo identificó elementos cruciales para sus discípulos. Observe el orden en que los menciona. ¿En qué contradicen los primeros los conceptos populares sobre lo que significa ser un discípulo? ¿Qué implica el cumplimiento de esta condición en nuestra vida?
José Luis Navarrete Solórzano.
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