La Medicina Refugio de la Humanidad

La palabra ciencia, de acuerdo al diccionario significa: conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales. La medicina teniendo todas las características de la ciencia, es reconocida como tal. Según las Sagradas Escrituras la ciencia avanzaría, (Daniel 12:4). Efectivamente desde la antigüedad existían enfermedades que ahora son curables, ya que la medicina ha avanzando a tal nivel, como para curar enfermedades complejas.

El Apóstol Pablo menciona que las Sagradas Escrituras nos enseñan características, “Para que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente instruido para toda buena obra,” 2 Timoteo 3:17. ¿La Biblia nos dice si debemos hacer uso de la medicina? ¿Acaso no es una buena obra curar a alguien o a nosotros mismos usando la medicina? Claro que sí, el argumento es que si utilizamos los procesos médicos, con el fin de sanar nuestros cuerpos o el de alguien más, es correcto.

La medicina no es mala en sí misma, ni los médicos, lo malo es confiar más en ellos que en Dios, relegándolo a un tercer, último o nulo término, concediéndoles a los médicos y medicinas todo el mérito y la confianza en la cura total de la enfermedad que padezcamos. Lo primordial es recurrir a Dios en nuestra enfermedad, la manera correcta es: “¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la Iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvara al enfermo…” Santiago 5:14,15. Cuando tomamos nuestros medicamentos ¿pedimos a Dios que se manifieste por medio de ellos? Al usarlos, ¿decimos en el nombre sea de Dios?

En la palabra de Dios encontramos varios ejemplos, de que la medicina es necesaria para curar, no sin antes acudir a Dios, por medio de la oración. En 2 Reyes 20 encontramos la historia de Ezechías quien que cayó enfermo de muerte. Ezechías clamó a Dios para que le permitiera vivir más tiempo y Dios le concedió alargarle la vida. Nos damos cuenta que Dios no sólo le alargó la vida, si no que también lo sanó de su enfermedad, ya que el Profeta Isaías ordenó que tomara masa de higos y la pusieran sobre la llaga, la cual fue sanada (2 Reyes 20:7, Isaías 38:21).

Hoy en día aún utilizamos técnicas de la antigüedad. Por ejemplo el tratamiento de las llagas, en la cual se emplean vendas juntamente con pomadas o cremas. La Biblia nos hace mención de cómo desde antes, ya se practicaba la técnica de vendar las heridas y las llagas, suavizándolas con aceites. Debemos recordar que antes de utilizar un medicamento necesitamos tener suficiente fe en nuestro Dios para que funcione, y que por el poder de Dios sanaremos. Tanto el Apóstol Pablo como nuestro Señor Jesucristo, hicieron uso de la medicina en aquellos tiempos. En Juan 9:1-7 nos damos cuenta de cómo nuestro Salvador al ver a un ciego de nacimiento, escupe en la tierra haciendo lodo, el cual lo unta sobre los ojos del ciego y lo envía a que se lave en el estanque de Siloé.

¿Acaso no tenía poder Jesús para solo decir “Abre los ojos y mira?” Claro que si podía haberlo hecho, pero esto nos da la pauta para entender que Jesús mismo actuó como médico y el lodo que fabricó hizo la función de medicina, por lo mismo, médicos y medicinas son buenos, siempre y cuando no pongamos en ellos la fe, sino en Dios, quien los utiliza como instrumentos para nuestro beneficio. No olvidemos que nuestro Dios nos pone medios para que seamos sanados, y que de Él emana toda sanidad por eso confiamos solamente en Él. “Jehová mata, y él da vida: el hace descender al sepulcro, y hace subir,” 1 Samuel 2:6.

El Apóstol Pablo menciona a Timoteo que tome un poco de vino, ya que padecía del estómago y de algunas otras enfermedades (1 Timoteo 5:23). Tanto Pablo como Timoteo eran hombres consagrados a Dios y no dudaban del poder de la oración. Aunado a esto Pablo recomienda el vino como una medicina, distinguiendo el poder curativo de esa bebida, por sus características desinfectantes, las cuales ayudarían a curar las enfermedades estomacales de Timoteo. Se ha descubierto que el vino tinto, gracias a los antioxidantes, se enfrenta a los procesos de oxidación y a la liberación de radicales libres, presentes en la mayoría de las enfermedades, claro, usando esa bebida como medicina y no como vicio, porque él mismo lo dice: “un poco,” 1 Timoteo 5:23.

Si nosotros confiamos más en los médicos que en Dios, nos puede suceder lo que a Asa rey de Judá. “… enfermo Asa de los pies para arriba, y en su enfermedad no busco a Jehová, sino a los médicos,” 2 Crónicas 16:12, pero si antes de ir al médico nos arrodillamos para suplicarle a Dios que nos sane a través de su Espíritu y Poder, la medicina que Dios le inspire al médico, surtirá efecto para alcanzar la salud. Este remedio a nuestros males se lo atribuimos a Dios y no a la medicina, estando consientes de que es sólo un instrumento, que Dios emplea para nuestro beneficio, entonces no estaremos haciendo ningún mal, porque ponemos a Dios en primer lugar en la búsqueda de nuestra salud.

La Ciencia viene de Dios

En las Sagradas Escrituras nos damos cuenta que Dios siempre ha dado la inteligencia y sabiduría. Cuando el hombre carece de ellas, solo Dios la obsequia dándola en abundancia, si se demanda (Santiago 1:5). En la Biblia encontramos ejemplos para confirmar que de Dios viene toda la ciencia.

En Éxodo 31:3 observamos que Dios dio ciencia a Bezaleel, para que inventara diseños y trabajara el oro, la plata, y el metal. También sabemos que el Rey Salomón pidió sabiduría a Dios y Dios se la concedió, haciéndolo un hombre muy sabio.

No hay nadie más sabio que Dios, ya que de Él es toda la inteligencia y la sabiduría. “Con Dios está la sabiduría y la fortaleza; suyo es el consejo y la inteligencia” Job 12:13. Nunca olvidemos lo que el Profeta Daniel aclara también, “…Sea bendito el nombre de Dios de siglo hasta siglo: porque suya es la sabiduría y la fortaleza,” Daniel 2:20. De la ciencia debemos procurar tener con nosotros todo lo que sea verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre, todo lo virtuoso, todo lo que es digno delante de Dios, porque de Dios mana la ciencia. (Filipenses 4:8).

La Ciencia como prueba de Dios

Si la ciencia existe, es porque Dios existe. Sin Dios no hay ciencia y eso lo demostramos con la Biblia. De hecho, muchas cosas que la ciencia afirma, son ampliamente reconocidas por la Biblia. Citaré a continuación, algunos textos bíblicos para compararlos con la ciencia y se verá claramente que no contradicen a la Biblia, sino que la confirman:
  • En Génesis 1: 20 y 21 se afirma que todos los animales fueron creados por el agua, por orden de agua. Se cree que los primeros seres vivos habitaron en el agua de los océanos. Eran organismos muy pequeños y diferentes a la gran mayoría de los que ahora pueblan nuestro mundo.
  • ¿Hasta cuando se confirmó que la tierra es redonda? Hasta que el portugués Fernando de Magallanes y el español Juan Sebastián Del Cano le dieron la vuelta al mundo. Juan Sebastián Del Cano, según las enciclopedias, fue un marino español que participó en la primera vuelta al mundo quedando al frente de la expedición tras la muerte de Fernando de Magallanes. La expedición había comenzado en Sevilla el 10 de agosto de 1519. Del Cano consiguió llevar a término la expedición, llegando a Sanlúcar de Barrameda el 6 de septiembre de 1522 en la nave Victoria lo cual constituyó el logro de una importante hazaña: la circunnavegación de la Tierra. ¿Y desde cuando la Biblia nos dice que la tierra es redonda? El Profeta Isaías nos menciona que Dios está sentado sobre el “globo” de la Tierra (Isaías 40:22). No siendo Isaías astrólogo, sabía que la Tierra es redonda, gracias a que Dios se lo reveló en el año 712 a.c. según el cronologista Usher.
Podemos concluir diciendo que existen muchos más textos que demuestran la existencia de Dios a través de la Biblia y de la ciencia, pero basten estos “dos testigos” para demostrar lo anteriormente expresado. Al buen entendedor, pocas palabras. Recordemos que en boca de dos o tres testigos, debe constar toda palabra. (Mateo 18:16).

Nuestra Confianza es Dios y no la Ciencia

“Dijo el necio en su corazón: No hay Dios” (Salmo 14:1). Es una auténtica necedad decir que Dios no existe, al contrario, es en Él en quien depositamos nuestra confianza, porque Él es nuestro amparo, nuestra fortaleza, nuestro pronto auxilio en la tribulación y aunque se traspasasen los montes la mar y aunque temblare la tierra, nuestra confianza es en el Todopoderoso (Salmo 46: 1 y 2; Salmo 59: 16 y 17). Si depositamos la confianza en los seres humanos, existe una gran posibilidad de que salgamos defraudados, pero si ponemos nuestra confianza en Dios, Él nunca traicionará nuestra confianza.

Sabemos que Dios utiliza a los hombres para beneficiarnos, pero son sólo eso, instrumentos que Dios usa para hacernos llegar sus bendiciones, por eso no debemos confundirnos, dándoles las gracias a los hombres y negándole la honra a Dios.

Tal es el caso que sucedería si fuésemos a ver al médico, no sin antes ponerlo y ponernos en manos del que todo lo puede, para que su diagnóstico sea correcto y la medicina sea la adecuada. Al hacer lo anterior, estamos poniendo nuestra confianza en El Creador, sin embargo, si vamos a ver a cierto médico porque “le tenemos fe”, entonces ya estamos fallando en la confianza que le debemos al Señor y por lo mismo, ponemos nuestra salud en manos simplemente humanas, las cuales son falibles, a diferencia de nuestro Dios, que es infalible.

Cuando Israel puso su confianza en Dios salió victorioso, pero cuando puso su confianza en el hombre, sufrió completos reveces que tuvieron costos políticos, sociales y económicos muy altos, (2 de Reyes 7:1-20; 2 de Reyes 19: 35-37).

La Biblia está llena de ejemplos, los cuales nos llevaríamos mucho tiempo en mencionar. Baste decir que lo que antes fue escrito, para nuestra enseñanza fue escrito. Por lo mismo, al estudiar las sagradas escrituras no podemos más que entender que sólo en Él encontraremos el oportuno socorro en el día de la angustia y la desesperación. Decir lo contrario, sólo es necedad.

¡Confiemos siempre en el Señor!

“Y en ti confiarán los que conocen tu nombre, por cuanto tú, oh Jehová, no desamparaste a los que te buscaron.” Salmos 9:10


Abiel Castrejón Ramírez
San Luis Río, Colorado Sonora

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