En las últimas dos décadas, la humanidad ha realizado avances tecnológicos sin precedentes, las distancias entre la vida del mundo en el siglo pasado y la contemporánea son tan lejanos como el día y la noche, tal parece que el Hombre ha mostrado al cien por ciento la supremacía sobre el planeta, ya que cualquier elemento que posea en las manos puede manipularlo. Sin embargo a pesar de tantos logros, aun hay algo que no puede controlar o si quiera tratar de manipular, esto es el TIEMPO.
El tiempo es la magnitud física con la que medimos los acontecimientos, por más brillante que sea el ser humano jamás podrá detener el tiempo o al menos comprender la naturaleza del mismo. El trascurrir de los días, meses y años pasan con una velocidad incomparable, tan es así, que delante de nuestros ojos hemos visto como nuestra vida camina sin que podamos evitarlo, hoy tenemos ocho años y jugamos a ser médicos, profesores, bomberos y astronautas; mañana hay que elegir que estudiar, para después comprometernos con un empleo o planear formar una familia, y cuando menos nos damos cuenta: la vida “se ha ido de las manos” y solo la vimos pasar.
El justo Job decía: “El hombre Nacido de mujer corto días y harto de sin sabores. Que sale como una flor y es cortada…” Job 14:1-2, sin duda las palabras de este hombre nos muestran lo pasajero de nuestra vida, pero más allá de esto, nos manifiestan lo importante que es ocupar nuestra existencia, para que los hechos sobre este planeta nos basten y así alcancemos la bendición de la vida eterna.
Cuando a nuestras mentes vienen las prioridades seguramente nos preocupa la estabilidad de una vida, pero en pocas ocasiones nos ocupa la vida espiritual, por ello El Rey Salomón expresaba que debajo del sol todas las labores tienen su tiempo y oportunidad, aseverando que hay días de alegría y lloro, de sembrar y de cosechar, de nacer y morir, pero jamás era tiempo de dejar de trabajar, porque “Todo lo que te viniere a la mano para hacer hazlo según tus fuerzas…” Eclesiastés 9:10.
Hoy quizá muchos estarán en días de alegría, otros más de pesar y tristeza, algunos trabajando y dando más del cien por ciento, unos mas ociosos, pero sea cual sea el tiempo que vivimos y la tarea que desempeñemos, no podemos dejar de olvidar que el tiempo de buscar a Dios no cambia, ni acaba porque él allí está, esperando le entreguemos nuestro ser y capacidad, para que la obra de la Iglesia crezca.
Por ello a pesar de los días, de las condiciones y de todo lo que pensemos que impide que desempeñemos nuestro papel como hijos de Dios ocupados en su obra, esforcémonos para conseguir agradar a Dios y así incrementar nuestras fuerzas. Que nuestras manos no decaigan en el trabajo, que nuestra voz no se corte al proclamar la salvación de Dios, que nuestro canto no se apague y llegue al trono eterno, que las ideas no terminen en pro de la obra y que nuestra fe no claudique, sino antes se incremente y nos lleve por el camino de la soberana vocación cuya meta tendrá la corona de Vida eterna.
Cursa el camino de salvación, enfílate en el ejercito de Cristo y busca que la obra que Dios ha puesto en nuestra manos crezca, haciéndolo estamos seguros que “…La paz de Dios que sobrepuja todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros entendimientos en Cristo Jesús.” Filipenses 4:7
Fraternalmente
Comité editorial VOZ JUVENIL
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