“Yo conozco tus obras, que ni eres frío, ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Más porque eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.” Apocalipsis 3:15-16
Estas son palabras escritas a Laodicea en el libro del Apocalipsis por medio de las cuales el apóstol Juan describe a esta Iglesia como soberbia, que creía no tener necesidades. Es aquí donde se ve reflejado el difícil tiempo por el que nuestra Iglesia está pasando, en mucho tiene que ver lo que nos rodea: la tecnología, el medio social y hasta las personas, es así como poco a poco nos hemos dejado envolver por los placeres de este mundo y nos hemos olvidado del verdadero objetivo por el que fuimos creados.
Hay dos aspectos específicos que hemos dejado de lado y ya no sólo como Iglesia de Dios, sino también como seres humanos: el amor y la fe. Siendo que somos creación a imagen y semejanza de Dios, no debemos permitir que eso suceda, sin embargo, es algo muy común de nuestro tiempo.
Nuestro Señor Jesús vino a dar testimonio con su sacrificio del más grande amor que nadie pudo imaginar, es por este ejemplo que es tan importante conservar la enseñanza que nos dejó, pues es la base de nuestra fe.
Cada vez es más difícil mantener vivo el amor, primero a Dios y después al prójimo (1 Juan 4:20), aunque no es sorprendente que esto suceda, pues el mismo Jesús lo dijo: “…por haberse multiplicado la maldad en la tierra el amor de muchos se enfriará…” Mateo 24:12, y qué decir de la fe, si la sociedad se ha encargado de hacernos creer que todo es el poder de la mente o peor aún, el poder del dinero. Es así como depositamos nuestra fe en las cosas de este mundo sabiendo que al final no perduran. La Iglesia aún no se ha dado cuenta que todo cuanto pueda lograr o tener, es y ha sido por la gracia de Dios.
¿Por qué olvidamos estas dos cosas? Si por un lado, son las grandes bases de la Iglesia y por otro, son las que traerán mayor bendición y el más grande galardón. El amar a nuestro Dios sin haberle visto cara a cara es la más grande prueba de nuestra fe y el confiar en Él, es la mejor muestra de amor “…A quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso…” 1 Pedro 1:8.
Como juventud de la Iglesia de Dios, es nuestro deber hacer de la Iglesia actual, un árbol de grandes frutos, una Iglesia perfecta y de la cual se pueda decir que mantiene día con día las virtudes del evangelio, que procura el crecimiento espiritual prosperando en cada uno de nosotros los dones espirituales: gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, mansedumbre, templanza, fe y amor.
Hagamos un esfuerzo por recuperar estos valores, escudriñemos La Palabra de Dios, es ahí donde encontraremos la mejor guía de nuestra vida espiritual, donde están los más grandes ejemplos para mejorar. Las Sagradas Escrituras son el método más fácil de usar, que no necesita de ciencia, sino sólo pedir a Dios sabiduría para poder comprender su voluntad.
Rebeca Espinoza Santiago
El Salado, Estado de México
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