La historia bíblica narra cuando el Hijo de Dios, pasaba por Jericó, ciudad donde vivía un varón llamado Zaqueo; hombre muy importante de los cobradores de impuestos y rico. Este había escuchado mucho de Jesús y anhelaba de corazón conocerle, ese día estaba entre la multitud que seguía Jesús, sin embargo, por su estatura baja no lograba verlo, fue tanto su deseo que se trepó a un árbol, y al pasar Jesús por ahí vio a Zaqueo y lo llamó diciendo: “Desciende pronto porque hoy es necesario que pose en tu casa.”
Zaqueo lleno de gozo bajó y lo recibió en su casa; desde ese momento su vida experimentó un verdadero cambio y dijo a Jesús: - voy a repartir la mitad de mis bienes entre los pobres, y además, si alguno le he defraudado, se lo regresaré cuatro veces. Al oír esto Jesús se llenó de alegría y dijo: “Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él es también hijo de Abraham.” Lucas 19:1-9.
Han pasado ya casi dos mil años de este suceso, desde el momento en que el Hijo de Dios empezó a transformar corazones, que han creído en él. Aquellos que hemos vivido por muchos años en la maldad, viviendo en el desenfreno, fornicaciones, adulterios, borracheras, mentiras, pleitos, maledicencias, gritos, robos, etc.
La obra redentora de Cristo Jesús, se ha manifestado en millones de vidas, que hemos sido liberadas del pecado y la maldad; logrando su propósito y nuestro bienestar, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. (Lucas 19:10).
Cuando el hombre siente el llamado de Dios, y permite que Cristo gobierne en su corazón, comienza a ser renovado; su mente es tocada para desechar todo lo malo, todo pensamiento que daña, que trae mal recuerdo, que aflige, que produce odio y rencor, entre muchos sentimientos más.
El corazón emprende la labor de desechar envidias, lascivias, adulterios, hurtos, blasfemias, muertes y pleitos. En este sentimiento el hombre derrama lágrimas, se siente indigno, se humilla; pero se siente feliz en el gran amor de Dios. Es cuando la palabra de Dios se vive y se siente, cuando aun en un canto se puede comprender el sentido de sus palabras. Ejemplo: “Si Dios mostró su amor para ti, Si Dios te salvó de lo vil, Si Dios cuidó tu vida aquí, Digno es de nuestro servir.”
Tristemente, a medida que pasa el tiempo, el hombre se va tornando mas indiferente e insensible a todo esto, la vida se vive de prisa y el resultado es una vida vacía, la moral ha decaído, la espiritualidad ha venido a pasar a un segundo o tercer lugar.
Aunado a todo esto, el mundo camina en un gran desenfreno de maldad. En cada rincón de la tierra resplandece el pecado como cosa lícita, como digno de aplausos, como algo que se debe presumir; el adulterio, la fornicación, divorcios, abortos, drogadicción, robos, muertes, mentiras, prostitución, incesto, modas en vestimentas indecorosas, peinados y aretes, entre muchas otras cosas.
Todo esto teniendo una gran aceptación, y lo más triste es que muchas veces también en el mismo pueblo de Dios, que se ha deslumbrado y maravillado con ello, que sólo acelera la ira de Dios para este mundo.
El profeta dice: “La tierra se contaminó bajo sus moradores;, porque traspasaron las leyes, falsearon el derecho, quebrantaron el pacto sempiterno. Por esta causa la maldición consumió la tierra…” Isaías 24:5-6. “Como Sodoma predican su pecado, no lo disimulan. ¡Ay del impío! Mal le irá: porque según las obras de sus manos le será pagado.” Isaías 3:9, 11.
El llamado es para ti que no has aceptado al Señor Jesús como tu Salvador. Si, tú, aún no has disfrutado de su bendición, amor, dirección, de su palabra, para que permitas que tu corazón sea su morada y él cambie tu dolor en alegría, tu maldad en bondad. “Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar.” Mateo 11:28.
La exhortación es para ti pueblo de Dios, que aunque estés en el mundo, no debes ser de él. (Juan 17:16). Que por el contrario deberíamos ser luminarias (Mateo 5:14) para que se conviertan ellos a ti y no tú a ellos, ésa es nuestra misión. (Jeremías. 15:19).
Y si le has fallado de alguna manera, no ensucies más tus ropas blancas. Corrige tu caminar, pídele perdón y búscale con todo el corazón, que él será amplio en perdonar, pero recuerda que te dirá: “…vete y no peques más,” Juan 8:11. “Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo”. Hebreos 10:31.
Se dice que hace muchos años, durante un culto, un jovencito al ver pasar al Diácono, que recogía las ofrendas, le sacó la manga del saco, le susurró: -por favor, ponga la charola de las ofrendas en el piso. El hermano pensó que era una locura, pero notando la insistencia del jovencito, lo obedeció. Enseguida el niño se paró sobre la charola y dijo: “Señor te entrego toda mi vida.”
Esta pequeña instrucción nos permite ver, lo que se debe hacer para tener una nueva vida en Cristo, esto es entregarnos y obedecerle, sólo a Él, por eso el apóstol Pablo dijo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y vivo, no ya yo, mas vive Cristo en mí…” Gálatas 2:20.
El bautismo es un paso muy importante en la vida del cristiano, de tal manera que sino llegáramos a realizarlo, nuestra salvación no es segura. El Señor dijo: “El que creyere y fuere bautizado, ese será salvo…” Marcos 16:16. Todo aquél que no está seguro de lo que está creyendo, siempre pondrá un obstáculo para no bajar a las aguas del bautismo.
Dirá -no tengo edad, es algo que debo pensar muy bien, tengo temor, etc. Y el verdadero creyente está convencido y consciente de lo importante de este acto para su salvación; por eso, si ya aceptaste a Cristo como tu Salvador, tu vida se ha ido reformando, si tu pensamiento es no retroceder a la vida del mundo, si te sientes con madurez en tus decisiones y todo lo haces con humildad y de corazón, ¿Por qué te detienes?
Amado, que Dios te bendiga siempre, guíe tu vida y tu camino, permite que la voluntad de Dios y la fortaleza de carácter te lleven a ser una nueva criatura, siempre para el servicio de Dios, y de aquel que dio su vida en la cruz por ti y por mí. “Si alguno está en Cristo nueva criatura es, las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas.” 2 Corintios 5:17.
Diácono Juan Gabriel Martínez Ubario
Aguascalientes, Aguascalientes
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