Tal como lo hizo Jesús en su ministerio, debemos mostrar indiferencia por los parámetros sociales que tenemos por sagrados Texto Bíblico base: Mateo 9:9-13
El pasaje que ocupará nuestra atención en esta ocasión describe el llamamiento de Mateo. Tome un momento para leer el texto. Observe los detalles de las escenas que describe. «Señor, queremos seguir descubriendo a este Cristo que, nos damos cuenta, es tan diferente al Cristo que hemos conocido. Sabemos que siempre existirá en nosotros la tendencia a verlo a través de la imagen que ya tenemos de él. Estoy dispuesto a que rompas tus esquemas y preconceptos, para acercarte a una revelación más genuina de su persona. No deseamos seguir a una figura inexistente. Deseamos relacionarnos con este Jesús, controvertido, imprevisible, radical y apasionado. Amén»
El texto nos dice: «saliendo Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo que estaba sentado en el banco de los tributos públicos, y le dijo: "Sígueme" Él se levantó y lo siguió.» En el llamamiento de Pedro y los otros pescadores, nos damos cuenta lo radical que es esta acción por parte del Maestro. Nos resta añadir que muchos de nuestros problemas posteriores en la vida, como discípulos de Cristo, quizás no existirían si nuestra primera respuesta a él hubiera tenido matices más drásticos. Es imposible que una persona lo deje todo sin darse cuenta de que la invitación de Jesús es un llamado a la identificación absoluta con su persona. En la frase «sígueme» claramente implica que habrá Uno que estará llevando la delantera. Con admirable sencillez queda revelado el lugar que ocuparemos en esta nueva relación: se nos invita a poner nuestro derecho a la iniciativa en manos de Otro. De ahora en más nuestra confianza estará puesta en el que va delante de nosotros.
No hace falta señalar cuán profundamente contradice esto la filosofía predominante de esta época, donde cada vez más se afirma el derecho del individuo por encima de la consideración y la responsabilidad hacia el prójimo. El «yo primero» se ha convertido en el lema que guía nuestra existencia. En esta perspectiva la auto-realización es la meta y el obstáculo son las personas que pretenden negarnos nuestros derechos. Impregnados de esta filosofía, es difícil decir: «todo lo mío lo abandono, y coloco mi vida y mis ambiciones en las manos de otro». No obstante, no se puede ser discípulo salvo bajo estas condiciones.
Hemos de notar algo más. Como bien sabemos, los publicanos eran la categoría de personas más despreciadas en Israel, por encima de las prostitutas y los samaritanos. Eran figuras que se habían enriquecido vendiendo «su alma» al enemigo. Jesús muestra, de nuevo, su absoluta indiferencia por los parámetros sociales que tenemos por sagrados, escogiendo a uno de entre este grupo para que sea su discípulo. A nuestro criterio no tiene aptitud alguna para servir al Hijo de Dios. No obstante, la Palabra nos recuerda: «que lo necio del mundo escogió Dios para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es» (1 Cor. 1.27-28). ¡Bendito sea su nombre!
¿Qué hizo Jesús después de esto? ¿Por qué lo invitó a su casa Mateo? ¿Qué nos indica de estrategias ministeriales?
José Luis Navarrete Solórzano.
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