¿Qué es la Salvación?
Para definir este punto debemos considerar algo importante, ya que en algún momento se pueden confundir ciertos términos en la Palabra de Dios, como ejemplo; decir que la Salvación y la Vida Eterna son lo mismo, y no es así. Salvación quiere decir: “el plan designado por Dios para rescatar a la humanidad de la pena de muerte que ocasionó el pecado,” usando, para ello la designación dada a la Iglesia por nuestro Señor Jesucristo, cuando dijo: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio…” (Mr. 16:15). Por lo anterior se entiende que la Salvación llega a nosotros en el momento que decidimos aceptar a Jesús como único y suficiente Salvador, y entonces, se inicia el camino hacia la Vida Eterna, que obtendremos cuando Cristo regrese a la tierra para reinar en ella.
¿Para qué es necesaria?
Para efectuar un cambio en nuestra vida, ya que la condición que teníamos antes de conocer el evangelio era pecaminosa, y Dios en su infinita misericordia no quiere que el hombre se pierda, “…no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.” (2 Pe. 3:9).
También es necesaria para dejar al hombre viejo, como dice el apóstol Pablo: “A que dejéis cuanto a la pasada manera de vivir, el viejo hombre que está viciado conforme a los deseos de error; y a renovaros en el espíritu de vuestra mente, y vestir al nuevo hombre que es criado conforme a Dios en justicia y en santidad de verdad.” (Ef. 4:22-24)
¿Qué incluye o quién es parte de?
Para que la Salvación tenga como remuneración la Vida Eterna, debe incluir el arrepentimiento de los pecados (Hch. 2:38), sin olvidar que el creyente debe hacer un compromiso para ser acreedor de dicha salvación, esto es, el bautismo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; más el que no creyere, será condenado,” (Mr. 16:16). Es claro quienes podrán alcanzar la salvación: todos los que acepten a Jesús como un Salvador (Jn. 1:12; Hch. 13:46).
EL PROCESO
¿Cuándo inicia?
Desde el momento en que el hombre se arrepiente de sus pecados ya acepta a Jesús como su Salvador, comienza un cambio importante en su vida y en todo lo que lo rodea (Fil. 1:21; Heb. 12:2; Gál. 2:20).
¿Para quién es?
Para todo aquél que acepte el llamado de Jesús para dejar que Él verdaderamente cambie su vida, ya que el Señor no hace acepción de personas, sino que se agrada de todo aquel que le busca. El Señor está llamando a todos los hombres a fin de que alcancen su salvación (Ap. 3:20).
¿Cuál es su alcance?
Para considerar el alcance que tiene la salvación, tendríamos que considerarnos a nosotros mismos haciendo un balance de nuestra vida, para así, identificar los cambios que han sido obrados y darnos cuenta si llegaremos a la vida eterna. Recordemos que el Señor ya nos rescató de nuestros pecados, es decir, ya nos dio salvación, para que de esta manera alcancemos el objetivo final, “Y esta es la promesa, la cual él nos prometió, la vida eterna” (1 Jn. 2:25).
¿Cuál será su culminación?
“Entonces el Rey dirá a los que estarán a su derecha: venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo” (Mt. 25:34). Esta será la culminación para el proceso que estamos viviendo actualmente, como la esperanza de que estas palabras se cumplan en nosotros, para poseer el Reino Milenial que estará gobernado por el Señor Jesús (Ap. 21:4 y 20:4-6).
¿Le falló a Dios su plan original y éste es el emergente?
Indudablemente: no porque Él es un Dios sabio y justo, que ha obrado usando su misericordia hasta hoy, su propósito es dar oportunidad a todo hombre para que se arrepienta, sin embargo, como dice su palabra, viene el tiempo para pagar al hombre conforme a sus obras.
¿Es solo para unos cuantos?
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” Juan 3:16.
¿Es necesario creer que el plan viene de Dios?
Si no fuera así, sería como dudar de la existencia de Dios, “Porque sin fe es imposible agradar a Dios…” Hebreos 11:6. “Toda buena dádiva y todo don perfecto es de lo alto, que desciende del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” Santiago 1:17.
Finalmente la recomendación para los que leen este artículo es que doblen sus rodillas delante de nuestro Dios, para que todos los temas que reciban lleven el fruto que Dios quiere para su Iglesia.
Min. David Vázquez Cid de León.
Para definir este punto debemos considerar algo importante, ya que en algún momento se pueden confundir ciertos términos en la Palabra de Dios, como ejemplo; decir que la Salvación y la Vida Eterna son lo mismo, y no es así. Salvación quiere decir: “el plan designado por Dios para rescatar a la humanidad de la pena de muerte que ocasionó el pecado,” usando, para ello la designación dada a la Iglesia por nuestro Señor Jesucristo, cuando dijo: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio…” (Mr. 16:15). Por lo anterior se entiende que la Salvación llega a nosotros en el momento que decidimos aceptar a Jesús como único y suficiente Salvador, y entonces, se inicia el camino hacia la Vida Eterna, que obtendremos cuando Cristo regrese a la tierra para reinar en ella.
¿Para qué es necesaria?
Para efectuar un cambio en nuestra vida, ya que la condición que teníamos antes de conocer el evangelio era pecaminosa, y Dios en su infinita misericordia no quiere que el hombre se pierda, “…no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.” (2 Pe. 3:9).
También es necesaria para dejar al hombre viejo, como dice el apóstol Pablo: “A que dejéis cuanto a la pasada manera de vivir, el viejo hombre que está viciado conforme a los deseos de error; y a renovaros en el espíritu de vuestra mente, y vestir al nuevo hombre que es criado conforme a Dios en justicia y en santidad de verdad.” (Ef. 4:22-24)
¿Qué incluye o quién es parte de?
Para que la Salvación tenga como remuneración la Vida Eterna, debe incluir el arrepentimiento de los pecados (Hch. 2:38), sin olvidar que el creyente debe hacer un compromiso para ser acreedor de dicha salvación, esto es, el bautismo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; más el que no creyere, será condenado,” (Mr. 16:16). Es claro quienes podrán alcanzar la salvación: todos los que acepten a Jesús como un Salvador (Jn. 1:12; Hch. 13:46).
EL PROCESO
¿Cuándo inicia?
Desde el momento en que el hombre se arrepiente de sus pecados ya acepta a Jesús como su Salvador, comienza un cambio importante en su vida y en todo lo que lo rodea (Fil. 1:21; Heb. 12:2; Gál. 2:20).
¿Para quién es?
Para todo aquél que acepte el llamado de Jesús para dejar que Él verdaderamente cambie su vida, ya que el Señor no hace acepción de personas, sino que se agrada de todo aquel que le busca. El Señor está llamando a todos los hombres a fin de que alcancen su salvación (Ap. 3:20).
¿Cuál es su alcance?
Para considerar el alcance que tiene la salvación, tendríamos que considerarnos a nosotros mismos haciendo un balance de nuestra vida, para así, identificar los cambios que han sido obrados y darnos cuenta si llegaremos a la vida eterna. Recordemos que el Señor ya nos rescató de nuestros pecados, es decir, ya nos dio salvación, para que de esta manera alcancemos el objetivo final, “Y esta es la promesa, la cual él nos prometió, la vida eterna” (1 Jn. 2:25).
¿Cuál será su culminación?
“Entonces el Rey dirá a los que estarán a su derecha: venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo” (Mt. 25:34). Esta será la culminación para el proceso que estamos viviendo actualmente, como la esperanza de que estas palabras se cumplan en nosotros, para poseer el Reino Milenial que estará gobernado por el Señor Jesús (Ap. 21:4 y 20:4-6).
¿Le falló a Dios su plan original y éste es el emergente?
Indudablemente: no porque Él es un Dios sabio y justo, que ha obrado usando su misericordia hasta hoy, su propósito es dar oportunidad a todo hombre para que se arrepienta, sin embargo, como dice su palabra, viene el tiempo para pagar al hombre conforme a sus obras.
¿Es solo para unos cuantos?
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” Juan 3:16.
¿Es necesario creer que el plan viene de Dios?
Si no fuera así, sería como dudar de la existencia de Dios, “Porque sin fe es imposible agradar a Dios…” Hebreos 11:6. “Toda buena dádiva y todo don perfecto es de lo alto, que desciende del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” Santiago 1:17.
Finalmente la recomendación para los que leen este artículo es que doblen sus rodillas delante de nuestro Dios, para que todos los temas que reciban lleven el fruto que Dios quiere para su Iglesia.
Min. David Vázquez Cid de León.
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