Es una gran bendición la que tenemos de ser hijos de un Rey, un ser tan sublime y misericordioso como lo es Dios, creador de nuestra existencia. Un Dios lleno de grandes promesas preciosas que nos ofrece continuamente para nuestras vidas, aunque desafortunadamente en ocasiones no alcanzamos a ver, ni mucho menos a valorar.
Como seres humanos fallamos constantemente, somos ingratos y malagradecidos con nuestro Dios, pues cuando estamos bien hacemos como si no existiera y cuando cometemos una falta, de la que pensamos no hay perdón, en vez de hacer todo lo posible para buscarlo, nos alejamos más y más de su divina presencia, pensando que nos ha excluido por completo.
Cuando estamos contentos, tristes o en problemas buscamos a un amigo, cuando estamos enfermos buscamos a un doctor, si necesitamos un consejo vamos a todos, excepto a Dios, sin embargo, cuando todo nos sale mal y no encontramos la salida, queremos la solución inmediata por parte de Dios y para que nos ayude le prometemos un sinfín de cosas que al final no cumplimos.
No digo que esté mal tener amigos o ir al médico, sino que primeramente debemos acudir a nuestro Dios porqué Él pondrá a la persona adecuada para ayudarnos, sin embargo, solemos colocarlo en el último lugar de nuestra vida. Lamentablemente esperamos que pase algo en nuestras vidas para reflexionar o reaccionar, algo que nos duela profundamente, donde ya no hayamos la forma de tener paz y consuelo.
¿Sabes lo que se siente cuando pierdes lo más querido? ¿O cuando te hacen a un lado los que creías amigos? ¿No crees que nuestro Padre siente lo mismo, cuando nos alejamos cada vez más de Él? Claro que sí… porque nos ama tanto que se entristece, así como lo hizo cuando Saúl, rey de Israel desobedeció su palabra y en vez de consultarlo a Él, fue con una pitonisa. Recordemos que esto le costó la vida. (1 Crónicas 10:13, 14).
Asa, otro rey de Israel, en su grave enfermedad acudió a los médicos y no a Dios y finalmente murió. (2 Crónicas 16:12). Uzías, por los inventos y armamento que hizo, siendo ya fuerte, su corazón se enalteció y se rebeló contra Jehová. Quiso quemar incienso en el altar aunque no le correspondía, por eso se encendió en ira contra los sacerdotes y Jehová lo hirió con lepra y luego murió. (2 Crónicas 26:14-20).
También podemos poner ejemplos de nuestros días, cuando las personas en sus necesidades, problemas y angustias, se acercan a un sinfín de imágenes que no ven, ni andan, ni caminan, mucho menos, escuchan, o que acuden a los adivinos, al tarot, la astrología, el espiritismo o brujería, entre otros. A toda clase de cosas o personas, menos al Dios vivo, al que le dio la vida a todo ser humano y todo lo que existe en la tierra. El único que puede guiarnos por el buen camino y ayudarnos en todo momento.
A Dios no le agrada que hagamos eso y lo reprueba: “No sea hallada en ti quien haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni quien practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, ni encantador, ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los muertos. Porque es abominación para con Jehová cualquiera que hace estas cosas, y por estas abominaciones Jehová tu Dios echa estas naciones de delante de ti. Perfecto serás delante de Jehová tu Dios. Porque estas naciones que vas a heredar, a agoreros y a adivinos oyen; más a ti no te ha permitido esto Jehová tu Dios.” Deuteronomio 18:9-14.
Por eso nosotros que le conocemos y que somos Iglesia de Dios nos corresponde buscar su rostro en la tristeza y en alegría, en salud y en enfermedad, riqueza o pobreza, en todo lo que acontezca en nuestro diario vivir y darle las gracias por todo, porque nadie mejor que Él para sostenernos en cada situación. Pero muchas veces cuando todo marcha bien en nuestras vidas, nos creemos suficientes, pensando que no necesitamos de Dios y lo hacemos a un lado, pero aun así nos tiene gran paciencia y nos da otra oportunidad de corregir nuestra mala actitud, pues su amar es tan inmenso que no hay ni habrá palabras para describirlo.
A pesar de toda nuestra ingratitud, cuando nos acercamos con todo nuestro corazón, Dios nos acepta con los brazos abiertos, llenas de gran misericordia y bondad, sin importar todo en lo que hemos fallado, para que nuestros malos actos se conviertan en buenas y cambiemos nuestro mal proceder y le busquemos con todo nuestros corazón, con humildad, sinceridad y poniendo nuestra confianza en Él.
“Poniendo los ojos en Jesús, el autor y consumidor de la fe…” (Hebreos 12:2). Jesús nos sigue llamando, sigue abriendo sus brazos, brindándonos consuelo, ayuda, amistad, su infinito amor y algo que nos da e impulsa a seguir adelante que es su fortaleza y esperanza.
Requerimos de su mano poderosa para seguir luchando y no dejar que cualquier cosa sucedida nos derrote o nos desanime, sino que nos ayude a levantarnos con más fuerza y con todo corazón, al abrigo y consuelo de nuestro Dios, pues es el único que hará de nosotros hombres y mujeres llenos de fe y fortaleza y a cada uno dará conforme sea su necesidad, esperando con paciencia y fe que nos será dado como lo dice Salmo 40:1 “Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor.”
Confiemos en Dios, pues siempre quiere lo mejor para nosotros, lo que hace es quitar lo que nos estorba o lo que nos aleja de Él, quizá a veces no lo entendemos así, ya que puede ser doloroso lo que sentimos y no lo podemos ver ni comprender, pero Él es sabio y nunca se equivoca en lo que determina para nuestras vidas.
Lo importante es saber escucharlo para descubrir lo que realmente quiere para nosotros, recordemos que nos ama con un amor inimaginable, que limpiará nuestras lágrimas y sanará nuestro corazón. Él nos dará el valor para dejar el pasado y volver a comenzar de nuevo; sólo nos pide que acudamos y pongamos nuestras necesidades y nuestra plena confianza en Él, sirviéndolo con verdadero corazón, como lo hicieron en su momento sus siervos los profetas, los apóstoles y todo aquél que buscó su rostro y pidió su ayuda.
Ana una mujer virtuosa cuya alma era continuamente angustiada por no poder concebir un hijo, con gran fe oró a Jehová, quien le concedió conforme a su petición. (1 Samuel 1:10, 11 y 20).
José es otro gran ejemplo, un joven con tal fidelidad quien aún en las pruebas más difíciles, siempre tuvo presente el temor de Dios que había en él y en todo lo que hizo Dios le bendijo y le prosperó. (Génesis 39:2-5).
El rey David en momentos de angustia puso su total confianza en Jehová al decir: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.” (Salmo 46:1).
Ananías, Misael y Azarías, jóvenes ejemplares y con mucho valor pero sobre todo con una gran firmeza y confianza en Dios tuvieron la certeza que Dios los libraría del horno de fuego. (Daniel 3:17, 18).
Aquel justo Job en toda su aflicción fue restaurado por Dios al doble, gracias a su paciencia y justicia. “En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno.” (Job 1:22).
La entrega y fidelidad del apóstol Pablo en cada paso que dio, mostraba que Dios se encontraba con él y lo fortalecía. “A la noche siguiente se le presentó el Señor y le dijo: Ten ánimo, Pablo…” (Hechos 23:11).
Aquel más grande y sublime ejemplo de amor, fidelidad, confianza y entrega es nuestro Señor Jesucristo, que poco antes de su muerte, su alma fue angustiada y el Padre eterno con ese profundo amor envió a un ángel a consolar a su amado hijo. (Lucas 22:43).
A todos y cada uno de ellos Dios les ayudó y les guardó de todo mal, pero ellos constantemente le buscaban, le pedían y le obedecían y así estos ejemplos permiten darnos cuenta que mientras más cerca estemos de nuestro Dios, más rápida será nuestra consolación.
Él nos dará la paz y tranquilidad que necesite nuestra vida y todo nuestro ser, aún en las enfermedades, en las pruebas más grandes, en el dolor profundo y angustia, Él está ahí esperándonos con los brazos abiertos llenos de misericordia y amor para cada uno de nosotros.
En la vida hay muchas cosas bellas y hermosas, otras tristes y dolorosas, pero tenemos que aprender a solucionarlas y enfrentarlas pues nada en la vida es color rosa, ni tan oscuro que no pueda solucionarse. “Él le dijo: También recibimos el bien de Dios, ¿y el mal no recibiremos?...” (Job 2:10).
Pidamos siempre la dirección de nuestro Padre, y mientras Él nos siga dando vida, habrá que luchar para continuar en este mundo en donde si no estamos dispuestos a servir y creer que Dios todo lo puede, todo se nos complicará y serán más difíciles nuestros problemas, por lo tanto no encontraremos la salida ni sabremos solucionar las dificultades que se nos presenten a diario.
Pero si seguimos el camino de nuestro Señor Jesucristo y guardamos sus mandamientos haciéndolos parte de nuestra vida, y a Jesús lo invitemos a ser amigo, consejero y brazo fuerte, habrá más comunión con nuestro Dios, así podremos mirar la vida de diferente manera y comprender que a veces serán necesarias las pruebas, las luchas y cualquier cosa que suceda en nuestro camino, para valorar y amar todo lo que nuestro Padre Celestial nos da y nos ofrece cada día. Al aceptar su voluntad nos hará crecer en espíritu, en fe, en temor y en fortaleza.
Si soportamos todo y permanecemos firmes, recibiremos nuestra recompensa. “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman.” (Santiago 1:12).
Recordemos estas palabras: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.” (Isaías 41:10).
Dios os guarde y guíe nuestro corazón, que su Espíritu Santo more en nosotros, tengamos la plena seguridad de que pase lo que pase en nuestras vidas, Él estará cerca de nosotros para darnos su ayuda y su protección.
Esmeralda Ramírez Ruíz
Huahuapan de León Oaxaca
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