Como Estrellas Fugaces

Las estrellas fugaces, esas lucecitas que eventualmente se pueden observar en el cielo, son en realidad meteoritos que penetran la atmósfera terrestre, y en su caída libre debido al rozamiento con ésta se genera la combustión que es precisamente lo que las hace visibles en la oscuridad de la noche, la mayoría de esos meteoritos consume su masa antes de tocar el suelo terrestre, empero son un espectáculo hermoso cuando se tiene la suerte de verles precipitarse, y es realmente una suerte poder verles porque el tiempo de su combustión, es decir, cuando a causa de la oscuridad de la noche le podemos ver, es realmente muy corto se limita a tan solo unos cuantos segundos. 


Así también es la vida humana, fugaz, efímera, pasajera, algunos quizás pasan sin emitir ninguna luz, otros los más sobresalientes dan solo un poco, pero muy breve, el apóstol Santiago (cap. 4 ver. 4) habla de esta forma: “Porque ¿Qué es vuestra vida? Sino sólo un pequeño vapor que se desvanece rápidamente”, el apóstol Pedro igualmente aborda la futilidad (pequeñez) de la vida humana asemejándola a la hierba: “Porque, toda carne es como la hierba, y toda la gloria del hombre como la flor de la hierba: secóse la hierba, y la flor se cayó; mas la palabra del Señor permanece perpetuamente. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada” 1ª Pedro 1:24-25. Este ejemplo utilizó Pedro, para que entendamos de una manera más clara lo pasajera, lo transitoria que es la vida, nosotros que podemos darnos cuenta lo perecedera que es la hierba del campo. 

Así es nuestra vida, la vida humana, con sus setenta, ochenta, noventa o cien años que puede durar, así es la gloria de los hombres, su clímax (esplendor) es muy breve, y me parece que es realmente muy importante que entendamos esto, para que, como escribió Pablo sepamos: “Redimir el tiempo” Ef. 5:16, en otras palabras, aprovechar el tiempo, el limitado espacio de tiempo que se nos da, nos cuesta trabajo tener esa perspectiva, para considerar que nuestra vida es fugaz, sin embargo así es, en contra parte, la Biblia señala que “un día para el Señor son como mil años, y que mil años son como un día delante de Él” 2ª Pedro 3:8, obviamente el concepto anterior nos da cuenta de la eternidad del Señor, nos proporciona el conocimiento que nuestro Dios no está supeditado a ese inexorable aliado de la muerte humana que es el tiempo, lo cual indiscutiblemente no sucede con nosotros, pues cada segundo que pasa nos hacemos más viejos e ineludiblemente nos acercamos a nuestro ocaso. 

¿Nacemos para morir? Se dice también que desde que nacemos comenzamos a morir, dice la sabiduría popular de alguno cuando se enfrente a la muerte: “si para morir nací” otros señalan cuando alguno se enferma de muerte: “no hemos de ser eternos” la cuestión es ¿nacimos para morir o nacimos para vivir?, la palabra de Dios señala: “Porque no quiero la muerte del que muere” Ez. 18: 32. A Platón el connotado filósofo griego le preguntaron: ¿volveremos a vivir? Se encogió de hombros y se limitó a contestar “así lo espero… pero nadie lo sabe” no obstante la Biblia es enfática y categórica en su afirmación de una vida eterna, el libro de Job que se redactó hace casi tres mil quinientos años, señala precisamente el sentir de ese varón al decir: “Yo sé que mi Redentor vive, y que al fin después de desecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios…” Job 19:25, este texto nos da pauta para pensar cuál era el concepto que tenia este varón de fe al respecto de lo que venimos considerando, y así como él, ha sido una constante en el pueblo de Dios compartir la misma fe. 

Todo lo anterior se dimensiona aún más si consideramos el nuevo testamento, y a todos los actores en él involucrados, iniciando con el máximo exponente, y la figura central en él, nuestro Señor Jesucristo, “El que cree en mí, aunque esté muerto vivirá” Juan 11:25, fue la aseveración tajante y categórica que hizo el Maestro, esta verdad ha traído una gran fe y esperanza al pueblo de Dios así como la seguridad “del mañana” que no tenía el sabio griego antes mencionado, los hijos de Dios saben que cuando deben concluir su ciclo de vida aquí en la tierra, deben tan solo “dormir” un poco, para heredar después de eso, entonces sí, la vida eterna, en la misma tierra, en la segunda manifestación gloriosa de nuestro Señor Jesucristo. 

Tan solo peregrinos. Lo que ahora vivimos en la carne, o como lo escribió Pedro “nuestro peregrinar” indudablemente nos da la idea que esta vida solo es una oportunidad de demostrar si realmente somos merecedores de la eterna vida que el Señor nos ofrece, los escritores novotestamentarios fueron profusos en este concepto, Pablo escribió: “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” Fil. 1:21, y de igual forma añadió: “lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del que me amo y se entregó así mismo por mi” Gal. 2:20. 

Es muy cierto que nosotros los mortales solo: “Advenedizos y peregrinos somos en este mundo” Heb. 11:13, porque este mundo no nos pertenece, así como lo rechazó el Maestro frente al tentador, este mundo no es de los hijos de Dios, dice Juan “el mundo se pasa y su concupiscencia, pero el que hace la voluntad de Dios permanecerá para siempre” 1ª Juan 2:17, los siervos del Altísimo “Esperamos mejores promesas” el libro de los hebreos 11:38, al hablar del pueblo de Dios señalaba que este mundo no era digno de ellos, eso es una verdad irrefutable, este mundo con todo su oropel, no es digno de los verdaderos siervos de Dios. 

Los hijos de Dios han venido a este mundo no como estrellas fugaces, sino como antorchas, como luces que disipan la oscuridad “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres” Mt. 5:16, señaló el Maestro a sus discípulos, una luz que aun después de partidos sigue iluminando el camino de los que han decidido tomar de los caminos el más difícil. 

Tengámoslo en cuenta, y que cuando llegue nuestra hora sepamos con firmeza asegurar como lo hizo aquel varón, siervo del Dios Altísimo. Que concluyó como un digno epitafio de un hijo de Dios: “He peleado la buena batalla, he guardado la fe, he acabado la carrera, por lo demás me está guardado la corona de la vida”.

Ministro Francisco Juárez P.


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