Embajadores de Cristo

“…Porque ciertamente Dios estaba en Cristo reconciliando el mundo así, no imputándole en sus pecados, y puso en nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio nuestro; os rogamos en nombre de Cristo reconciliados con Dios…” 2ª de Corintios 5:18-20. 

La importancia del evangelismo 

La Iglesia de Dios tiene una misión específica en el mundo, su existencia en esta tierra obedece a un propósito divino, todos los que hemos abrazado la fe de Cristo y su evangelio, tenemos una tarea asignada por Dios, la cual debemos cumplir con fidelidad, pero ¿Cuál es esa tarea? La respuesta es concreta: la predicación del evangelio “…Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura…” Marcos 16:15. 

La palabra evangelio proviene del griego y significa “las buenas nuevas”, siendo precisamente éste el objetivo del evangelismo, traer buenas nuevas de salvación a los hombres. La difusión del evangelio a toda criatura no es para maldición, sino al contrario: para salvación de todo aquel que de corazón le recibe. 

En las Sagradas Escrituras advertimos que el esplendor glorioso del evangelio comenzó en los días en que Jesús estuvo en la tierra. 

“…Y aconteció después, que él caminaba por todas las ciudades y aldeas predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios y los doce con él…” Lucas 8:1. 

Imaginemos por un momento la bella escena que refiere esta cita bíblica, en la cual vemos caminar a nuestro amado maestro Jesús seguido de sus apóstoles, andando por las ciudades, bajo el calor del sol, pero con gozo y amor en su ser, predicando y anunciando el hermoso tema de salvación a los hombres, ¡que maravillosa bendición recibieron aquellos que escucharon de la voz misma de nuestro Señor; el llamado a la luz, al camino de salud y redención eternal! 

Invariablemente muchos corazones eran conmovidos, tocados y transformados radicalmente a un cambio de vida pleno. 

El mismo Señor Jesús expresó que él fue enviado al mundo no para condenarlo, sino para que el mundo fuese salvo por él “Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido” Mateo 18:11. 

Después de que Jesucristo ascendió a los cielos, los discípulos continuaron con la tarea de predicar las buenas nuevas de salvación, ahora ya no sólo a la casa de Israel, sino también a los gentiles, comenzando el día del Pentecostés, cuando tres mil personas fueron convertidas, con el mensaje singular que expresó el apóstol Pedro. 

Ahora bien, partiendo del ejemplo del Señor Jesús y sus apóstoles, quienes predicaron en la antigüedad el mensaje de salud a toda aldea o ciudad en la que caminaban, pongámonos a reflexionar por un instante si la humanidad de nuestros días tiene la necesidad de escuchar el llamado de Dios, de que sus ojos sean abiertos y vean la maravillosa esperanza de redención eternal; considero absolutamente que sí. 

Ciertamente el entorno social, económico y político que envuelve en nuestros días al mundo es desastroso, existe un desenfrenado libertinaje social, los logros que ha obtenido la ciencia y la tecnología en todos los campos del conocimiento son sorprendentes, pero con ello el hombre se ha alejado más de Dios, pretendiendo ahora dar una explicación lógica a todas las cosas. 

Los libros y revistas antirreligiosos que han surgido han tratado de hacer creer que Dios es sólo un mito y que la Iglesia es únicamente para la gente mayor y enferma. 

La carencia de valores, la falta de moral, la violencia y muchos otros aspectos han adolecido al mundo y sus habitantes, la Iglesia de Dios no puede ser indiferente ante todo ello, es tiempo de que como hijos de Dios nos convirtamos en ese cuerpo de acción que haga resurgir aquella voz que clama en el desierto y que anuncia la verdad. 

Luego entonces, si el mensaje de nuestro maestro fue precisamente de amor por la humanidad, al darles la oportunidad de ser salvos de esta perversa generación ¿no podríamos concluir que la labor de la Iglesia de Dios hoy en día es la misma? ¿No es entonces nuestro deber la predicación del evangelio a los hombres para cumplir el plan divino de salvación? Sin duda alguna, lo es. 

Es precisamente nuestra responsabilidad ser un medio para convertir al impío de su mal camino y permitir que Dios los retire de las tinieblas en que viven para llevarlos a la luz admirable, gloriosa y esplendorosa de su camino. 

Por lo tanto es importante que comprendamos el valor singular que tiene la labor que Cristo nos dejó: la de ir por todo el mundo para predicar el evangelio, porque este plan glorioso de redención de Dios, necesita de muchos hombres y mujeres que tengan responsabilidad para reconciliar a los hombres con su creador, dando con ello la oportunidad a todos de que ninguno se pierda y todos procedamos al arrepentimiento. 

Nuestro testimonio, una herramienta para el evangelismo 

Existe una frase muy conocida y usada coloquialmente que dice: “las palabras convencen, pero los hechos arrastran”, y en efecto, de ella podemos tomar un valioso consejo, para hablar a otros sobre cómo deben conducirse o sobre la forma de vida que deben llevar, es menester que seamos nosotros los primeros en practicarlo. 

¿Qué tanto puede influir nuestro testimonio ante los hombres en nuestra obra de predicación? La respuesta es que influye de forma terminante y absoluta. 

¿Qué valor tendría nuestra predicación sobre el amor, el perdón, la vida en Dios, sino practicamos dichas virtudes en nuestra vida personal?, ¿De qué serviría invitar a otros hombres a buscar una vida en santidad y rectitud ante los ojos de Dios, cuando no somos capaces de cambiar la vida propia en limpieza y espiritualidad? Es innegable que para predicar a otros es necesario primeramente haber dejado que Dios nos haya cambiado. 

La manera en que nos conducimos en nuestra vida personal influye mucho en el efecto que nuestras palabras puedan tener con aquellos a los que prediquemos el evangelio de Cristo, incluso las sagradas escrituras nos dicen que nosotros somos cartas abiertas leídas por todos los hombres, por eso es necesario que como jóvenes cristianos y miembros de la Iglesia de Dios seamos ejemplo de los fieles. 

El mismo apóstol Pablo exhortaba al respecto en su segunda carta a Timoteo capitulo 4:12 y 16, diciendo: “…Ninguno tenga en poco tu juventud; pero sé ejemplo de los fieles en palabra, en conversación, en caridad, en espíritu, en fe, en limpieza… ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello; pues haciendo esto a ti mismo salvarás y a los que te oyeren…” 

El Señor Jesús en su estancia sobre la tierra predicaba como quien tiene autoridad, porque con su vida propia dio ejemplo a la humanidad de la práctica de una fe no fingida, por lo tanto no olvidemos amados jóvenes que Dios nos ha llamado para serle un pueblo especial, escogido y apartado, gente santa que anuncie las virtudes del que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable. 

Por lo tanto nuestra forma de vestir y hablar, de conducirnos, debe ser propia de un hijo de Dios para que con ello el mensaje de salvación que anunciemos sea aceptado por quienes lo escuchen, porque “…no sea que, habiendo predicado a otros, yo mismo venga a ser reprobado…” 1ª Corintios 9:27. 


Cómo ser un embajador de Cristo 

En términos diplomáticos, un embajador es un alto funcionario acreditado ante un gobierno extranjero o ante una organización internacional, para servir como representante oficial de su país. 

Este tipo de funcionarios son necesarios en todo el mundo para representar a sus distintas naciones y velar por sus intereses diplomáticos, ahora bien, si en el mundo terrenal los hombres suelen considerarse privilegiados e importantes por desempeñar una labor de este tipo, cuánto más nosotros debemos sentirnos honrados por haber recibido de Dios el titulo de embajadores de Cristo, porque es precisamente nuestra tarea, representarle ante los hombres predicando su palabra. 

Pero ¿Cómo podemos desempeñar esta labor de embajadores de Cristo con la calidad que Dios demanda de nosotros?, al respecto la Biblia nos aconseja muchas maneras, siendo importante ubicar primeramente aquello que nos impide cumplir con nuestra labor de evangelista y una vez identificado, tomar el consejo bíblico para superar estas dificultades. 

En los párrafos anteriores hemos analizado el significado y trascendencia de la obra de evangelismo que como hijos de Dios debemos practicar día con día, sin embargo, es necesario que concienticemos como jóvenes cristianos, aquello que nos impide cumplir con esta tarea. 

¿Por qué en la mayoría de los casos preferimos que sean los hermanos mayores o del ministerio quienes se encarguen de predicar la palabra de Dios?, indudablemente influyen en nosotros muchos factores, sin embargo también la Palabra de Dios nos fortalece y aconseja al respecto, pudiendo resumir las problemáticas que en términos generales se nos presentan de la siguiente manera: 

a) El temor 

Quizá para algunos de nosotros pueda ser difícil enfrentar una situación de señalamiento por el hecho de hablar y testificar de la fe a los demás, el temor al rechazo, a ser juzgados por nuestros compañeros, amigos, a que nos señalen en la escuela o en el trabajo, estas circunstancias en ocasiones nos detienen para cumplir nuestra obra de evangelista, pero nuestro Dios mismo nos invita a soportar todo aquello que los hombres pudieran hacer en contra nuestra por amor a él. 

No olvidemos que cuando vino a la Tierra nos demostró su infinito amor, soportando incluso la muerte en una cruz, sin ser responsable de ninguna de las acusaciones que le atribuían, muchos hombres levantaron injurias y falsas acusaciones en su contra, porque le aborrecían y no aceptaban su mensaje de salvación. 

Por lo tanto nos corresponde ahora a nosotros hablar sin temor del evangelio de salud, porque con ello seremos el medio para salvar muchas almas y de esa forma como dice la escritura, se cubrirían multitud de pecados, no avergonzándonos de hacerlo, sino por el contrario, sintiéndonos gozosos de haber sido llamados para el servicio de Dios, “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es potencia de Dios para salud a todo aquel que en él cree; al judío primeramente y también al griego…” Romanos 1:16. 

Así que no temamos joven o señorita al hablar de Dios a nuestros compañeros de trabajo, amigos o vecinos, aún a pesar de que por ello seamos ofendidos, “…Entonces el Señor dijo a Pablo en visión de noche; no temas, sino habla y no calles…” Hechos 18:9. “Pero tú vela en todo, soporta las aflicciones, haz la obra de evangelista, cumple tu ministerio…” 2ª Timoteo 4:5. 

b) La falta de preparación 

Es muy necesario que día con día nos preparemos en el aspecto doctrinal y en el estudio de las Sagradas Escrituras, para que nuestro conocimiento y crecimiento espiritual sea notorio al predicar a otros de la fe que profesamos. 

Si tenemos dudas sobre algún tema, o alguna enseñanza bíblica pidamos el apoyo a nuestros pastores y miembros del ministerio, quienes seguramente podrán ayudarnos a comprender mejor la escritura y de esta manera estar preparados para hablar del hermoso tema de salvación a otros. 

Sin embargo es muy importante que todo lo que hagamos sea con humildad y sinceridad, no para enaltecernos o demostrar a otros que sabemos más, porque a Dios no le agradan los corazones altivos, Él busca nuestro deseo de servir con sencillez de corazón. 

Así que si ejercitamos nuestro ser espiritual todos los días, sin duda alguna estaremos mejor preparados para enfrentar al maligno y arrebatarle aquellas almas que tiene aprisionadas, pues como dice la Palabra de Dios “…Toda escritura es inspirada divinamente y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instituir en justicia, para que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente instruido para toda buena obra…” 2ª Timoteo 3:16-17. 

c) La indiferencia 

En toda labor que emprendamos en el servicio a Dios no deben faltar dos elementos importantísimos, la voluntad para hacerlo y el amor para realizarlo. Es muy importante cumplir con estos requerimientos porque el servicio a Dios debe ser presto y desinteresado. 

El obstáculo más grande que nos impide ser aquellos embajadores de Cristo que le representen ante los hombres al hablar de su Palabra, es sin duda la falta de interés y disposición para hacerlo, es muy importante cuidar este aspecto, no permitamos que los afanes de este mundo nos aparten del camino de Dios, porque no es posible desempeñar la labor de evangelista cuando nuestro corazón no tiene el deseo de hacerlo, por lo tanto tomemos el consejo de Dios que da en su Palabra; “…Pues tu hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús. Y lo que has oído de mí entre muchos testigos, esto encarga a los hombres fieles que serán idóneos para enseñar también a otros…” “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado…” 2ª Timoteo 2:1, 2 y 15. 

Por lo tanto amados jóvenes, tengamos en nosotros ese mismo sentir que tuvo el Señor Jesús de predicar el evangelio a toda criatura, seamos prestos al llamado de Dios, pongamos por práctica nuestra labor de evangelistas, cumplamos nuestro ministerio y digámosle: “He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad.” 

Catalina Navarrete Guadarrama 
San Agustín, Zapotlán, Hidalgo

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