Uno de los relatos más especiales de la historia del profeta Elías es aquel en que se enfrenta a los profetas de Baal. Al dar una cátedra de fe les muestra que Dios era con él, lo cual nos infunde de valor, sin embargo esta historia también nos muestra cómo el profeta pasa de la potestad mostrada frente al pueblo y los profetas paganos, al miedo y la zozobra de una sentencia de muerte.
Jezabel esposa del Rey Achab lanza el veredicto sobre Elías, mismo que lo condena a muerte, por lo que apresuradamente tiene que ir a esconderse. En el primer libro de los reyes se hace mención de que mientras Elías estaba totalmente desesperado, Dios se manifestó a él en un viento apacible mostrándole su misericordia para informarle que aún quedaban muchos hombres que al igual que él, eran fieles a Dios.
Al sentirse solo Elías dejó que la desesperanza lo venciera, parecía que ya no había nada más. Quizá pensaba que el camino había terminado y solo quedaba esperar la muerte. Sin embargo, Dios le mostró que aunque haya dificultad y no exista una esperanza visible, hay un camino aún, y desde luego se encuentra en la misericordia de Dios.
Cristo Jesús decía que ancho era el camino que llevaba a perdición, pero pequeño y muy estrecho el que llevaba a vida eterna (Mateo 7:13,14). Es cierto que hay días en que al ver el camino pequeño nos dejamos llevar por la desesperación y claudicar puede ser una opción, pero siempre podemos tomar nuevas fuerzas y de la misma forma que el Profeta Elías, levantarnos para seguir cumpliendo la misión que Dios nos ha encomendado. Sabemos que el trabajo va en aumento y que las manos siempre hace y harán falta, pero es muy triste saber que aunque el trabajo exista solo son algunos los que se interesan, dejando así muchos aspectos olvidados y por consiguiente, la misión incompleta.
Es natural que como humanos sintamos que decaemos, que nuestras fuerzas están desapareciendo pero debemos pensar como espirituales, ya que al sembrar mientras somos carne cosecharemos la incorrupción de la vida eterna, que al final es la recompensa que todos anhelamos.
Hemos escuchado la desproporción de la mies y de los obreros (Mateo 9:37) pero parece que no hemos hecho nada para solucionar este ancestral problema; en los tiempos posteriores al Señor Jesús fueron 12 hombres quienes se encargaron de la predicación, quienes con sus pocos recursos esparcieron la palabra haciendo discípulos para que este trabajo continuara, dicha labor creció exponencialmente y es por eso que la Iglesia permanece y se encuentra compuesta por muchos hombres y mujeres, que dirigidos por el espíritu de Dios pueden hacer grandes cosas en favor de la obra del Creador.
Dios ha dirigido a muchos personajes para hacer obras trascendentales. Moisés liberó a Israel, Josué detuvo al sol y obtuvo la victoria, Josías recordó a toda una nación cual era la voluntad de Dios, Daniel pudo ver el final de los tiempos y contemplar la profecía de Dios, Pablo convirtió a muchos y dejó un legado que hasta hoy leemos y de lo cual aprendemos en demasía. Pero nosotros ¿Qué haremos? Es difícil el mundo que nos ha tocado vivir pero esto no debe ser un obstáculo por el cual dejemos de emprender esta gran labor de la cual todos, desde los más jóvenes somos participes.
Que nuestras manos no se cansen por más que sea ardua la labor, porque al final de los días tendremos un justo pago, una retribución de Dios en esta vida, pero desde luego, un galardón de vida eterna.
“Y cualquiera que dejaré casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces tanto, y heredará la vida eterna.” Mateo 19:29.
Fraternalmente Comité Editorial VOZ JUVENIL
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