Lámpara es a mis pies

La sociedad humana ha tenido varias etapas en su desarrollo, denominadas edades: antigua: desde la aparición de la primera escritura hasta la caída del imperio romano; media: desde el Siglo VI hasta mediados del Siglo XIV; moderna: de mediados del Siglo XVIII; contemporánea: desde el Siglo XIX a la actualidad.

Entre ellas hubo un espacio que se conoce como el oscurantismo dominado por un grupo de gente que no permitía el acceso al conocimiento en general, el cual estaba destinado sólo a las clases altas, es decir, a los reyes y sus familias, ricos comerciantes o poderosos terratenientes y los eclesiásticos de la iglesia romana.

Así que las demás personas se quedaban sin este beneficio, ni siquiera tenían la posibilidad de lo más elemental como saber leer y escribir, de ahí el nombre que recibió al relacionarse con este periodo en el que preponderaba la ignorancia.

Tal actitud se justificaba argumentando que esta clase de personas eran elegidas por Dios para poseer el conocimiento, situación que la palabra de Dios desmiente: “Entonces Pedro abriendo su boca dijo: Por verdad hallo que Dios no hace acepción de personas.” Hechos 10:34

Desde luego esto ha servido para que se la verdadera voluntad de Dios se oculte a los hombres como si se nos encerrara en un cuarto obscuro y quisiéramos distinguir donde se encuentra la salida, cuando es el mismo Padre Celestial quien instruye escudriñar y enseñar su Palabra: “Y las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas, entando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las escribirás en los postes de tu casa y en tus portadas.” Deuteronomio 6:7,9.

Nuestro Señor Jesús también sugiere: “Escudriñad las escrituras, porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí.” Juan 5:39. Lo que resulta claro con el texto anterior es que Dios no se agrada de la ignorancia, por el contrario, su voluntad es que vivamos, pero conociendo y cumpliendo su palabra, es por esto que aunque durante mucho tiempo se prohibió la traducción de la Biblia a los idiomas llamados populares o comunes, pues sólo era permitida su traducción al latín, el lenguaje dominante, al cual solo el clero católico romano y las clases pudientes tenían acceso; la Palabra de Dios siguió vigente y prosperando.

A partir de la primera impresión de un libro como hoy lo conocemos a cargo de Johannes Gutenberg en 1445 se desató una serie de traducciones y una de ellas es la de los monjes, Casiodoro de Reina (1569) y Cipriano de Valera (1602). Aun a costa de sus propias vidas pero cumpliendo lo que declara el apóstol Pablo: “¿Cómo pues invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? (Romanos 10:14), realizaron la traducción.

En la actualidad el hombre, particularmente los jóvenes, se hallan inmersos en la confusión de los medios de comunicación modernos: Internet, telefonía celular, televisión, blue ray, etc. Olvidándose de este privilegio que Dios ha devuelto como lo es el poder escudriñar las Sagradas Escrituras, nos olvidamos de los tiempos peligrosos que vivimos en los que se cumplen las palabras del apóstol Pablo, comparándolos a los tiempos de Sodoma y Gomorra, o similares a los de Noé descritos por el Maestro Jesús: “Más como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del hombre, porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dándose en casamiento,” …corriendo peligro de ser arrastrados por esta corriente que envuelve al mundo, mismo que ha regresado a los niveles ínfimos, más bajos donde puede caer la humanidad. 1° Corintios 2:14

Cuando las naciones amenazan con destruir, no sólo la civilización creada por el hombre, sino también el entorno obsequiado por Dios, (el planeta) desde luego, tú hermano joven, que lees estas líneas y que testificas la verdad de lo que acontece en el mundo, considerarás la instrucción dejada por nuestro Padre Eterno, para nosotros que deseamos escapar a todo lo que causa expectación o incertidumbre, para los que son ajenos y desconocen el Plan de Salvación, el cual está plasmado en los evangelios de Jesús y que muchos pregonan, pero sólo la Iglesia de Dios instruye con verdad.

La brevedad de la vida del hombre es una circunstancia a considerar en medio de este panorama tan sombrío; no en vano Salomón recomienda: “Acuérdate de tu Criador en los días de tu juventud, antes que vengan los malos días, y lleguen los años de los cuales digas, no tengo en ellos contentamiento.” Eclesiastés 12:1

Sabemos que lo transitorio es parte de la vida y el producto del placer carnal, es instante, es efímero, sin embargo la satisfacción espiritual es perdurable y atributos como el amar, perdonar, comprender, ayudar, soportar y tener fe, forman parte de lo que realmente trasciende.

Todo ello debe estar orientado por el ejercicio de la lectura y la práctica de la Palabra de Dios, tan eficaz es su instrucción, que en casi todas las legislaciones del mundo la ley de Dios se encuentra insertada, ya sea al referirse a matar, robar, mentir o adulterar, entre otras cosas. Esto indica que la Escritura marca directrices que enseñan a evitar aquello que no aprovecha y a practicar lo que hace crecer espiritual y moralmente, por eso el rey David la denominó “Ley Perfecta.”

Llevar una vida guiada por el Espíritu de Dios equivale a tener una antorcha dentro de las tinieblas de este mundo (2° Pedro 1:19). Cuando se es joven normalmente se desconocen los alcances de nuestras decisiones, tal vez en algunas de ellas o en todas, no acostumbramos ponernos en las manos de nuestro Dios (1° Pedro 5:7), olvidando la importancia de su cuidado.

La palabra de Dios también es importante para nuestro conocimiento, porque en ella aprendemos el compromiso de ser luz con nuestro comportamiento para aquellos que no conocen a Dios, por lo cual hemos de procurar ser portadores de luz y mostrar con nuestro proceder la esperanza que poseemos por Cristo nuestro Señor (Mateo 5:16).

De esta forma llevamos el beneficio de una vida tranquila, llena de beneficios y bendiciones como consecuencia de la fe que se refleja en nuestros actos. La Biblia, nos enseña vidas que por momentos de distracción terminaron con futuros prometedores, ejemplos como: Esaú, quien por un plato de lentejas perdió el privilegio de su primogenitura, aunque después la procuró con lágrimas y ya no le fue posible su restitución. (Hebreos 12:16). Caín en un momento de cólera y cegado por la envidia mató a su hermano Abel, atrayendo para sí la ruina. El rey Saúl quien por decidir de acuerdo a sus propios pensamientos, dejó de lado la instrucción divina y obtuvo el pago a su desvío, por lo que perdió su trono y terminó él mismo con su vida. Judas el que por amar más el dinero, entregó al justo de justos, consiguiendo la perdición eterna.

Estos ejemplos desde luego dan razón de aquellos que no debemos hacer, por lo que la escritura dice: “Las cosas que antes fueron escritas, para nuestra enseñanza fueron escritas.” Romanos 15:4. Entre éstas también se encuentran los ejemplos de vida a seguir como Abraham, José, Ruth, Samuel, Ester, Pedro, Pablo, etc. Mismos que pueden servir como modelo de vida, y ayudarnos a llevar una conducta adecuada, delante de nuestro Padre Celestial. Si seguimos el consejo de Dios en su Palabra obtendremos su favor (Deuteronomio 5:33).

Escuchemos la voz de Dios por medio de nuestro hermano. “Si eres joven tu deber es aprender, si eres adulto tu deber es entender.”

El apóstol Pablo dice: “Huye también de los deseos juveniles, sigue la justicia, la fe, la caridad, la paz, con los que invocan al Señor de puro corazón.” 2ª Timoteo 2:22.

Las pruebas y las decisiones en la vida se presentan con frecuencia difíciles, pero como hijos de Dios tenemos gran ventaja por sobre los que no le conocen, pues Él se encuentra atento a nosotros y tiene cuidado de todos (Salmos 32:8), por lo que es bueno recordar e insistir en hacer el bien entre tanto dura nuestra vida, que seguramente obtendremos lo que nuestro Padre Eterno tiene preparado para nosotros los que le amamos y guardamos sus mandamientos (Éxodo 20:6).

Diac. Oscar Galicia Hernández
Miraflores, Estado de México

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