Los antiguos cartógrafos —en especial los griegos— llamaban «ecumene» a lo que consideraban la Gran Isla del Mundo, rodeada por océanos; esta palabra proviene del término oikoumene (OIKOYMENH) que designa a la tierra habitada; de aquí proviene nuestro término «ecuménico». Los textos griegos del Nuevo Testamento lo emplean para distinguir al mundo entero (Mateo 24:14; Lucas 4:5, 21:26; Hechos 11:28, 17:6, 31, 19:27, 24:5; Romanos 10:18; Hebreos 1:6, 2:5; Ap.3:10, 12:9, 16:14), pero Lucas sólo pretende historiar al imperio romano (Lucas 2:1).
Es por ello que los veintiún concilios aceptados por la Iglesia Católica como generales, se denominaron ecuménicos y eran concurridos por todos los obispos del mundo conocido, representantes de las Iglesias de oriente y occidente.
¿Por qué necesito conocer acerca del ecumenismo? Sabemos que estos son los últimos tiempos, cada vez más el poder del enemigo se va consolidado y la Iglesia de Dios debe percatarse de los pasos y procedimientos que en un momento darán a éste, absoluto poder mediante sus distintas alianzas. El empaparnos acerca de dicho movimiento, su historia, objetivos y consecuencias nos revelará el gran conflicto religioso que vivimos. El ecumenismo nos predica una hermosa y gloriosa unión, desafortunadamente esa unión o ecumenicidad no es para fortalecer al cristianismo, sino para destruirlo.
Durante el transcurso del último concilio ecuménico, el Vaticano II (1962-1965) convocado por Juan XXIII, se decretó un documento titulado “Unitatis Redintegratio”; es precisamente de este concilio de donde podemos tomar una definición clara del movimiento: “Por «movimiento ecuménico» se entienden las actividades e iniciativas que, según las diferentes necesidades de la iglesia en las circunstancias de los tiempos, se suscitan y se ordenan a fomentar la unidad de los cristianos...” (Unitatis Redintegratio 4). Además entroniza la frase Hermano Separado sin entrar en debates cismáticos, teológicos o doctrinales.
En otras palabras, el ecumenismo desea armonizar a todos los representantes de las diversas organizaciones religiosas cristianas e incluso a todos los pueblos; obviamente bajo un solo gobernador, el Papa.
¿Todas las religiones cristianas creen en lo mismo?
Esta es una interesante pregunta, pero la escritura es clara: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos: más el que hiciere la voluntad de mi Padre que está en los cielos” Mateo 7:21. Seguramente a muchos de nosotros en ciertas ocasiones, algunas personas, que no pertenecen a la Iglesia de Dios, pero que se autodenominan cristianos, nos han llamado “hermano” y nosotros por respeto les hemos contestamos igual, muchos de ellos dicen: “todos somos hermanos”, pero cuando indagamos en estas situaciones nos damos cuenta que en verdad no son nuestros hermanos, pues no ejercen la misma doctrina; si quisiéramos dar una repuesta inmediata a la pregunta planteada diríamos tajantemente ¡No!, pues el Cristo que ellos conciben no es el mismo Cristo que nosotros adoramos; por tanto, el Cristo que se festeja el 24 de diciembre, quien murió en viernes y resucitó en domingo, que usaba pelo largo, con ojos claros y rasgos afeminados, no es nuestro mismo Cristo.
No pueden existir distintas variantes de un Dios, de un Cristo o de una doctrina, Pablo nos dice: “Un Señor, una fe, un bautismo” Efesios 4:5, esto nos da un amplio panorama para poder comprender y discernir que sólo existe una verdad, y ya que existe una sola verdad, ésta no puede unirse o mezclarse a las vastas mentiras que profesa el actual seudo cristianismo.
Hacia un solo cuerpo, la estandarización de la fe
El movimiento ecuménico moderno tiene sus inicios hacia 1910 en la Conferencia Misionera realizada en Edimburgo, Escocia. En aquel entonces la Iglesia católica no vislumbraba el ecumenismo a tal magnitud, pues consideró que sólo existiría la unidad cristiana si todas las iglesias que se separaron de ella volvían a su seno, sin embargo, venía mostrando cierto interés a través de varias cartas pastorales como la de León XIII titulada “Satis cognitum” en 1896; o la de Pío XI Mortalium animos en 1928.
En sí, el ecumenismo nace en ambientes protestantes después de la labor que varios misioneros tuvieron al querer evangelizar regiones paganas en África, Asia y Oceanía en el siglo XIX; cuando descubrieron que las divergencias doctrinales existentes entre ellos fundaba un obstáculo para su evangelización, pues no presentaban a un sólo Cristo ante los paganos sino divisiones o variantes de un Dios; decidieron poner un alto a lo acontecido. Luego de la conferencia de Edimburgo, se fundaron otras organizaciones con el mismo objetivo “Vida y Trabajo” (Estocolmo 1925) y “Fe y Constitución” (Lausana 1927) entre otras. Más adelante todas estas organizaciones se unieron para formar el Consejo Mundial de las Iglesias (CMI) en Ámsterdam el 23 de Agosto de 1948; esta organización contó con la asistencia y cooperación de las Iglesias Ortodoxa y Anglicana. Recientemente se celebró el sexagésimo aniversario de dicho consejo —que se considera como el movimiento ecuménico más importante a nivel mundial— al cual asistió Bartolomé I.
Con Juan XXIII el clero católico tuvo un cambio sustancial, al final del concilio Vaticano II, Pablo VI y el patriarca Ortodoxo Atenágoras I, se levantaron mutuamente las excomuniones que pesaban sobre ellos desde el 1054, cuando ocurrió el llamado Gran Cisma.
El gran cisma entre católicos y ortodoxos es un acontecimiento preponderante a solucionar. Por cisma entendemos, según El código de derecho canónico que lo diferencia de la herejía y la apostasía, como: “El rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos” (c. 751). Esta alianza sería la más importante y principal si es que se quiere llegar a un auténtico ecumenismo, cuando las iglesias de Oriente y Occidente vuelvan a unirse después de casi mil años.
Desde que el imperio romano fue dividido bajo Teodosio I en 394, cuya idea ya venía precedida por Diocleciano a causa de su vasto territorio, las ambiciones expansionistas de la Iglesia Católica se vieron afectadas. Siendo Roma capital de occidente y Constantinopla capital de oriente, era obvio que surgieran dos importantes centros religiosos.
La iglesia occidental nunca tuvo real jurisdicción en oriente, nunca se habló jamás de una verdadera subordinación, por lo que era natural que ambas iglesias —oriente y occidente— se dividieran; las tradiciones de una y otra eran cada vez más diferentes con el paso del tiempo y quizá la iglesia oriental por situarse geográficamente en tierra santa (toda Asia menor y Egipto) se sintió más importante.
Todo ocasionó roses hasta que llegó a su final. Focio (820-891) fue el mayor impulsor del cisma, hacia el 858, fue elegido para suceder al patriarca Ignacio de Constantinopla, pero esta acción fue reprobada por Roma y en 867 Focio rompe relaciones con el papado, al mantener que el Espíritu Santo no procede igualmente del Padre y del Hijo. Poco después (886) fue destituido y mandado a un monasterio; sin embargo Focio puso el mayor empeño en preservar las tradiciones bizantinas y frenar la hegemonía latina occidental.
Podemos decir que este personaje fue la antesala del evento cismático. Pero no sucedió hasta el 1054 cuando el patriarca de Constantinopla Miguel Cerulario, desconoce a León IX, dicha fecha es la convencionalmente aceptada para el cisma. Las Iglesias ortodoxas orientales, son las que pertenecen a los cuatro grandes patriarcados: Antioquia, Alejandría, Jerusalén y Constantinopla. Pero existen otras llamadas autónomas o autocéfalas, como la de Rusia, Georgia, Serbia, Rumania, Bulgaria, Chipre, Grecia, Polonia y Albania entre otras.
Casi un milenio después, la Iglesia católica tendrá que unirse nuevamente; el levantamiento mutuo de excomuniones podría anticipar la tan anhelada unión, los brazos católicos están abiertos a cualquier ortodoxo o protestante, así anunciando por el Concilio Vaticano II: “Sin embargo, quienes ahora nacen en estas Comunidades (las separadas del clero católico) y son instruidos con la fe de Cristo, no pueden ser acusados del pecado de la separación y la Iglesia católica los abraza con respeto y amor fraternos” (Unitatis Redintegratio 3).
Sentadas las bases ecuménicas en dicho concilio, presidido por Juan XXIII y Pablo VI respectivamente, vino la etapa de popularidad; Juan Pablo II se distinguió por ser un Papa fuertemente Mediático, uno de los más queridos en la Historia.
Hizo numerosos viajes donde sin duda ganó terreno; era necesario que un Pontífice romano tuviera estas características: diplomacia y popularidad, para poder servir como eslabón, y ser transición entre dos etapas importantes. Ahora le toca a Benedicto XVI cosechar lo sembrado por sus antecesores, Benedicto será el Papa ecuménico.
El Viaje de Benedicto a Turquía en noviembre del 2006 causó gran expectación, dicho país practica en mayor porcentaje el Islam y, el mundo musulmán estaba (o está) enojado con Ratzinger después de las declaraciones que pronunció en contra de Mahoma en la Universidad de Ratisbona, Alemania; sin embargo el arribo fue pacífico.
Sus objetivos fueron claros: conciliarse con el Islam e insistir en el diálogo interreligioso con los ortodoxos. En Estambul, la Antigua Constantinopla, el Papa dio lugar a una reunión con el Patriarca de la Iglesia Ortodoxa, Bartolomé I, en la Iglesia de San Jorge. Juntos alabaron reliquias como las de Juan Crisóstomo, comprometiéndose a trabajar a favor del Ecumenismo y la Unidad.
No obstante, lo que más expectación provocó, fue su visita a la Mezquita de Ahmet I, o Mezquita Azul, donde oró con su anfitrión, el Muftí de Estambul, Mustafa Cagrici, quines se detuvieron ante el Mihrab (que señala en camino a la Meca) donde el Papa dijo: “Recemos por la Fraternidad de la Humanidad.”
El Vocero del Vaticano destacó que con estas acciones queda superada aquella polémica que causó su comentario en contra de Mahoma, en la Universidad de Ratisbona.
“Como un Musulmán” fue el Titular del Milliyet, uno de los diarios más importantes de la Prensa Turca: “El Papa no rezó en Hagia Sofía, como se esperaba. Por el contrario, rezó en la Mezquita del Sultán Ahmet I”, señaló la página electrónica del diario Hurriyet. Benedicto regaló al Muftí de Estambul, un cuadro con la Paloma de la Paz, símbolo de fraternidad y Ecumenismo. De esta manera se convirtió en el segundo Pontífice en entrar a una Mezquita, después de Juan Pablo II, haciéndolo en Omeya de Damasco, Siria (2001).
El ecumenismo no sólo alcanza el viejo continente, en febrero del 2006, Bartolomé I visita la basílica de Guadalupe para admitir que tiene respeto por la virgen de Tepeyac. El cardenal Norberto Rivera hizo entrega de una imagen con esta virgen, la cual fue besada dos veces por el patriarca ortodoxo, a su vez, Bartolomé obsequió un ícono de la virgen de Constantinopla.
En la basílica se practicó una misa con tradiciones ortodoxas: en griego, con los sacerdotes de espaldas a los fieles y frente a las imágenes sagradas. León XIII dejó en claro que el someterse al primado romano no implica explícitamente abandonar sus ritos y costumbres, ni aún sus patriarcados; por lo tanto, el ecumenismo sólo implica sujeción al papado. Y los últimos hechos apuntan que este movimiento llegará a cumplirse.
Una visión profética sobre el ecumenismo
Sabemos que llegará el momento en que el mundo sea gobernado por la Bestia, cuando ésta haya alcanzado nuevamente un manejo total de las naciones como lo tuvo en tiempos pasados, el apóstol Juan nos dice: “Y adoraron al dragón que había dado la potestad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién es semejante a la bestia, y quién podrá lidiar con ella? Y le fue dada boca que hablaba grandes cosas y blasfemias: y le fue dada potencia de obrar cuarenta y dos meses.” Apocalipsis 13:4-5. A través de la gran Ramera, todos los pueblos blasfemaron: “Ven acá, y te mostraré la condenación de la grande ramera, la cual está sentada sobre muchas aguas: con la cual han fornicado los reyes de la tierra, y los que moran en la tierra se han embriagado con el vino de su fornicación.” Apocalipsis 17:1-2; después menciona: “Y él me dice: Las aguas que has visto donde la ramera se sienta, son pueblos y muchedumbres y naciones y lenguas” v 15 “Y la mujer que has visto, es la grande ciudad que tiene reino sobre los reyes de la tierra” v 18. Dichos pasajes nos exponen el control universal que la Bestia y la gran Ramera tuvieron durante los 1260 años hasta su final: “Caída es, caída es la grande Babilonia, y es hecha habitación de demonios, y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de todas aves sucias y aborrecibles.” 18:2
Cuando Napoleón Bonaparte destrona a Pío VI el 15 de febrero de 1798, la Iglesia católica pierde el control de Europa y se cumplen los 1260 años; mucho influyeron, desde luego, las ideas de Ilustración; pero sin duda, su poder y ecumenicidad volverán a sus manos en los postreros tiempos:
“Porque son espíritus de demonios, que hacen señales, para ir a los reyes de la tierra y de todo el mundo, para congregarlos para la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso… y los congregó en el lugar que en hebreo se llama Armagedón” 16:14-16; aquí el texto griego maneja el termino oikoumenes, traducido todo el mundo; lo que fehacientemente demuestra que la bestia obtendrá otra vez el poder absoluto del mundo; el movimiento ecuménico no sólo pretende unificar al cristianismo; como vimos, intenta acercarse al Islam, e incluso al Judaísmo; el movimiento ecuménico quiere unificar a todos los pueblos bajo un solo gobernador.
La posición de la Iglesia de Dios ante esta situación
Nuestra posición es clara, jamás aceptaremos el ecumenismo, pues entendemos que, siendo la Iglesia el cuerpo de Cristo sustentado por la sana doctrina, no puede mezclarse con doctrinas ajenas a las bíblicas.
La Iglesia de Dios no es ni protestante, ni se creó a partir de un cisma, nuestra Iglesia se remonta – como sabemos – al años 30, por tanto, nunca brindaremos sujeción a una institución eclesiástica que se formó tres siglos después, ni a su obispo, ya que la idea del primado romano no se establece ni en la Biblia, ni en la patrística primitiva anterior al concilio de Nicea (325).
Es cierto que Jesús vendrá a recoger una sola Iglesia, pero es definitivo que esa Iglesia será la que perseveró, no en una paz ecuménica, sino en muchas tribulaciones y persecuciones (Mateo 5:10, Marcos 10:30, 2ª Timoteo 3:12, Ap. 7:13-14). Pablo nos transmite: “Que cuando dirán, Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción de repente, como los dolores a la mujer preñada; y no escaparán.” 1ª Tesalonicenses 5:3, con esto entendemos que cuando el ecumenismo sea una realidad, entonces vendrá el fin.
Bibliografía: Falsificaciones del Vaticano II, Manuel Zurdo Piorno, editorial Coculsa 1974. Para comprender el ecumenismo, J. Bosch, editorial Verbo Divino 1993. Introducción a la teología ecuménica, J E. Vercruysse, editorial Vervo Divino 1993. Concilio Ecuménico Vaticano II, pág. 910-920, B. A. C. 2004-
Fernando López Aparicio
Valle Verde, Estado de México
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