En estos días, ante el inicio de un nuevo año, somos testigos de la euforia con que las gentes hacen sus enormes listas de planes y buenos deseos, y aunque todo ello es parte de la concupiscencia y en la gran mayoría de casos, la continuidad del desenfreno vivido en las pasadas fiestas de fin de año, como complemento a esa forma desordenada de vivir, aunque se pretenda hacer creer, que en los planes referidos que se programan, existe la intención de realizar mejoras en su vida, tales como:
Hacer ejercicio físico para tener una mejor salud, adelgazar para “recuperar su figura”; concluir sus estudios y obtener el Título Profesional; adquirir el automóvil o la casa que tanto han anhelado; buscar un mejor trabajo para tener mejor sueldo, etc. La realidad de las cosas es, como es sabido de todos, que estos buenos deseos, en el transcurso del tiempo se van olvidando, pasando a formar parte, sólo de unos buenos propósitos o como un sueño inalcanzable.
¿Por qué no se logran los objetivos? ¿Por qué no se alcanza el éxito? La respuesta es obvia, pues porque lo único “nuevo” es el año, pero en la persona no hay cambios; se vuelve a la rutina, a las viejas costumbres, se sigue viviendo con los mismo errores, en esta actitud, se cumple lo que señaló el Señor Jesús: “paño nuevo para remendar vestido viejo” se rompe el vestido y se hace mayor la rotura.
Ante la reflexión anterior, seguramente en muchos lectores, surgirá el cuestionamiento, ¿Qué tiene que ver con nosotros como iglesia todo eso, si es la actitud de los Gentiles?
En parte, hay una gran verdad, como también es verdad, que de una manera consciente o inconsciente, somos contagiados por esa generación maligna y perversa en la que vivimos, razón por la cual, el Señor Jesús dice, (Juan capítulo 17) en su oración al Padre: “Yo te ruego por estos, que están en el mundo, pero no son del mundo… no te ruego que los quites del mundo, sino que los apartes del mal.”
Los Gentiles hace planes por “mejorar su condición de vida” entre lo que destaca las cosas materiales, y lo triste para nosotros como iglesia, es que somos contagiados de esas “buenas intenciones” en las cuales, nosotros como ellos, no incluimos en los planes, tener una mejora en nuestra forma de vivir para un crecimiento espiritual, un acercamiento con Dios.
Permitimos que “un poco de levadura, leude toda la masa” como dijo el Apóstol Pablo; contaminándonos así, con el mundo y sus costumbres, por lo cual la exhortación en esta ocasión es, no festejar un año nuevo, sino que sea un verdadero festejo, como sigue diciendo el mismo Apóstol: “Hagamos fiesta no en la vieja levadura, sino en la levadura de sinceridad y verdad” (1ª Corintios 5:6,8).
Fraternalmente
El editor Min. Elí Ortiz Fuentes.
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