¿Quién fuera el hijo de un gran padre? ¿Y quién no deseará tener el mejor padre? ¿Y qué deseará el huérfano? Porque hay muchas personas que no han tenido la oportunidad de conocerlo. ¿Y cómo será la vida sin quien te la dio? Yo desearía ver a los hijos e hijas felices, por la vida que han recibido, así también por la educación y valores que se les debieron de haber inculcado; porque ¿Quién conoce al padre sino su hijo? Porque de lejos lo ve y lo conoce, y sí escucha su voz, sin verlo, sabe que es él, y el corazón del hijo se llena de seguridad cuando la sombra del padre se acerca, y puede dormir tranquilo porque lo ha abrazado y lo ha recostado sobre su seno: ¡Quien fuera ese hijo!
Sepan pues, que los hijos serán en mucho el reflejo de los padres: y los hijos también son los que darán testimonio de los padres delante de los demás, y por esta causa puede ser avergonzado el padre y el hijo. Yo también desearía ver a los padres felices por sus hijos; no desconociendo a sus hijos. Más si vosotros tuvieron un mal padre ¿Por qué ser igual a ellos? Y si tuvieron a un buen padre ¿Por qué conformarse con ser igual a él, pudiendo ser mejores? Quien fuera un verdadero hijo que conoce a su padre y quien fuera un padre con un verdadero hijo.
UNA HISTORIA CONOCIDA
“Y Salomón dijo: Tú hiciste gran misericordia a tu siervo David mi padre, según que él anduvo delante de ti en verdad, en justicia y con rectitud de corazón para contigo: y tú le has guardado esta tu grande misericordia, que le diste hijo que se sentase en su trono, como sucede en este día.
Da pues a tu siervo corazón dócil para juzgar a tu pueblo, para discernir entre lo bueno y lo malo” (1ª Reyes 3:6,9).
“Y llegáronse los días de David para morir, y mandó a Salomón su hijo, diciendo: Yo voy al camino de toda la tierra: esfuérzate, y sé varón. Guarda la ordenanza de Jehová tu Dios, andando en sus caminos, y observando su estatutos y mandamientos, sus derechos y testimonios…” (1ª Reyes 2:1-3).
He aquí el hermoso testimonio de uno y de otro, del hijo y del padre, siendo los dos, hijos, como todos nosotros. Así que los padres deben dar el testimonio y la enseñanza verdadera a sus hijos y nosotros como hijos aprender del Padre Celestial, siendo obedientes. Sea pues, con todos nosotros, el Eterno, que no ha faltado a su deber como tal, y así también el ejemplo de Jesucristo su hijo, abandonado siempre a la voluntad de nuestro Dios.
“Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo” Gálatas 4:7.
Hno. Paúl Alberto Duarte Santos; Tijuana Baja California
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