Soberbiamente humildes

La verdadera humildad

La palabra humildad etimológicamente proviene del latín Homus, Humini, que significa tierra, suelo, sin nobleza; para definirla como: “El que se arrastra sobre la tierra”, no hablaremos de esta humildad literal, hablaremos más bien de la humildad espiritual, es decir, de la humildad de la cual nos hablan las Sagradas Escrituras, Mateo 5:3 dice: “Bienaventurados los pobres en espíritu: porque de ellos es el reino de los cielos.”

Si bien es cierto que la humildad hablando literalmente es el que se arrastra sobre la tierra, que no tiene o posee nada en pocas palabras, la humildad espiritual o el ser pobres en espíritu significa no estimar tu vida en nada, Juan 12:25 dice: “El que ama su vida, la perderá, y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará”, esto significa que aunque poseamos o no riquezas materiales, los hombres deberían aborrecernos por amor al Hijo de Dios (Lucas 6:22). La vida terrenal es sólo el medio para conseguir la espiritual.

Un ejemplo más claro de cómo poder “aborrecer” nuestra vida (utilizando los términos bíblicos) es cuando no estimamos en nada las riquezas, y que en cualquier momento podemos despojarnos de ellas para hacer el bien; como cuando Jesús en una ocasión le dijo a un joven rico: “Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme”, Mateo 19:16-26; el joven rico se entristeció y se fue porque estimó más las riquezas, podríamos decir que le dio más valor a su vida, porque no quería una vida de miseria y prefirió lo material en vez de lo espiritual.

La cuestión de interés en este caso es si tú serias capaz de dejarlo todo. ¿Podrías estimar tu vida en nada, como para abogar por lo espiritual? 1ª de Corintios 4:9-16 hace alusión a no buscar tus intereses; evitando dedicar todas las energías al tiempo de tu vida, a tu desarrollo personal, económico, material y productivo. Lo importante es saber cómo responder a la siguiente cuestión ¿Renunciarías a tu futuro, a tus sueños terrenales por ayudar, servir y amar a los demás? (2ª de Corintios 4:15-18).

Esta es la verdadera humildad, de la que habla nuestro Maestro: que compartas tu pan con el necesitado, que en cualquier momento y circunstancia de la vida puedas desprenderte de tus riquezas o bienes materiales sin que en nada pueda afectarte, que veas al pobre y lo vistas, que puedas saciar su alma sedienta. (Job 31:16-28). Significa que el conocimiento que has adquirido en alguna ciencia, arte o materia, lo emplees, no para tu beneficio, si no para el de los demás como se expresa en 1ª de Corintios 10:24 y Romanos 15:1 y 2. Y que entre más conozcas de la vida, actúes como el más sencillo de los hombres, con prudencia. (1ª de Corintios 3:18-20). Que inviertas tu tiempo única y exclusivamente para el beneficio de los demás (Gálatas 6:9 y 10). Todo ello con alegría y sencillez de corazón.

Ejemplo de humildad

Jesucristo fue pobre en el sentido material; Él decía: “Las zorras tienen cavernas, y las aves del cielo nidos; más el Hijo de hombre no tiene donde recueste su cabeza” Mateo 8:20. Muchos jóvenes se quejan, precisamente porque nacieron en la pobreza, y se justifican diciendo, si yo tuviera comodidades no sería tan rebelde. Pongamos mucha atención, la vida del Señor nos brinda una gran enseñanza.

Como primer acto de humildad, el Señor nació en un pesebre: ¿Por qué un Príncipe, Hijo de Dios, vino a nacer en un pesebre?, Lucas 2:6-7, ¿Por qué no en una cuna de oro, dentro de un palacio real?, ¿Por qué hijo de un carpintero, de padres pobres?, ¿Por qué en un tiempo de esclavitud y de opresión?

Cuando llegó a Jerusalén, el Maestro hizo su entrada triunfal a la ciudad sobre un asna junto con su pollino: ¿Por qué no entró con un ejército de a caballos y con corona y manto real? (Mateo 21:1-9).

Jesús se sentaba a comer con los publicanos y a los pecadores llamaba hermanos. Sin duda nos es difícil querer a la humanidad como Él, amarla, convivir con aquellas almas desoladas que no tienen esperanza; nos resulta complicado y tendemos a despreciarlas y menospreciarlas. ¡Qué grande injusticia delante de Dios! (Mateo 9:10-13). Por el contrario, Jesús vino y anunció la paz entre los hombres; les habló del amor, lo cual lógicamente nos hace preguntarnos si hemos sembrado la palabra del amor, procurando que haya paz entre los hombres y entre los hermanos o si los hemos dejado pelear y destruirse unos a otros, peor aún, si hemos provocado pleitos y divisiones. (Proverbios 6:16-19).

Teniendo la oportunidad de destruir a aquellos que lo aprehendían aquella noche en el Monte Getsemaní, Jesús dijo: “¿Tú crees que yo no puedo orar a mi Padre, y que mande doce legiones de ángeles y acabe y destruya a toda esta gente?, ¿Cómo, pues, se cumplirían las Escrituras: El buen pastor, su vida da por las ovejas?” Mateo 26:53-54.

“El Rey de reyes, El Señor de señores, El Sumo Pontífice, El Profeta de profetas, Un Dios que se despojó de su Gloria y de su Poder, para ser semejante a los hombres, y estando en la condición de hombre, se humilló, y fue obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” Filipenses 2:6-8.

Jamás nos quejemos y reprochemos a la vida el hecho de no haber nacido en un buen hogar, no pertenecer a una familia noble o de apellidos distinguidos, no tener una suficiente estabilidad económica y no poseer nada hablando materialmente; recordemos lo que decía el apóstol Pablo: “No teniendo nada, mas poseyéndolo Todo. Y sobre todo hermanos, si poseen riquezas y grandes conocimientos, no se vanaglorien y mucho menos se sientan poderosos, recuerden que Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. Compartan lo que tengan, amemos a todos los hombres, pobres, ricos, sabios, ignorantes, malos y buenos; procurando ser siempre siervo de Todos” 1ª de Corintios 9:19.

La humildad convertida en soberbia

Sin duda alguna la hipocresía abunda de muchas formas entre nuestros propios hermanos, queriendo aparentar la humildad; sin embargo, decía Job: “¿Cuál será la esperanza del hipócrita, cuando Dios visitare su alma?”. Demostramos a todos los hombres que somos en verdad humildes, agachando la cabeza, vistiendo ropas viles, hablando con un lenguaje sencillo; cuando la realidad es otra, porque a la familia que tanto debemos cuidar, la cual debe de ser respetada por el marido, edificada por la mujer, y sobreedificada por los hijos, (1ª Timoteo 5:8); es descuidada y en ocasiones maltratada.

La humildad empieza precisamente por la casa, no nos engañemos a nosotros mismos: “…Dios no puede ser burlado: que todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” (Gálatas 6:7).

Hay hermanos que creen que son justos y limpios delante de Dios, y que estas cualidades les dan derecho a criticar, murmurar, juzgar e incluso condenar a los hermanos que han faltado al mandamiento, y lo peor de todo es que corrigen y juzgan de la peor manera, como si en verdad nosotros fuéramos Dios. Si eres hombre de Dios, demuestra en verdad tu justicia, sabiduría, inteligencia, astucia y cordura, guardando, este mandamiento: “Que el siervo de Dios no debe ser litigioso, sino manso para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen: si quizá Dios les dé que se arrepientan para conocer la verdad, y se zafen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él” 2ª Timoteo 2:24-26. Recordemos que todos hemos de estar ante el tribunal de Cristo (Romanos 14:9-17).

“Tú pues, que enseñas a otros, no te enseñas a ti mismo”, Romanos 2:21. La humildad que hemos aprendido no se lleva en la vestimenta ni en la pobreza o en la ignorancia, no se lleva en inclinar la cabeza y hablar con palabras tranquilas y hermosas; decía el Rey Salomón “que las palabras solamente empobrecen, más en toda labor hay fruto” Proverbios 14:23. La humildad se demuestra, preocupándose por el otro, comprendiéndolo (Romanos 14:1-4), que cuando te sientas cansado, vayas y visites al afligido, que el tiempo que te sobre, lo emplees para ayudar y servir en la obra material y espiritual de la iglesia, que no seas respondón ni de ojos altivos, que colabores con el Pastor, siendo siempre obediente (Mateo 20: 25-28).

¿Cómo ser humilde?

Quita la vanidad de ti, (Eclesiastés 11:10, 6:11 y 5:7); el orgullo, la soberbia y la arrogancia (Santiago 4:6) para que no nos pase lo que al rey Nabucodonosor (Daniel 4:30-37).

La humildad sin duda alguna es una carrera, para llegar a obtener esta virtud es necesario invertir tiempo para leer y conocer los grandes misterios de este don, tiempo para practicar, paciencia para soportar, voluntad para continuar, y sobre todo amor para permanecer. Matero 11:29 dice “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallareis descanso para vuestras almas”.

Eder Meneses Ríos
Tellez, Hidalgo

1 comentario:

Anónimo dijo...

COMO DESARROLLAR INTELIGENCIA ESPIRITUAL
EN LA CONDUCCION DIARIA

Cada señalización luminosa es un acto de conciencia

Ejemplo:

Ceder el paso a un peatón.

Ceder el paso a un vehículo en su incorporación.

Poner un intermitente

Cada vez que cedes el paso a un peatón

o persona en la conducción estas haciendo un acto de conciencia.


Imagina los que te pierdes en cada trayecto del día.


Trabaja tu inteligencia para desarrollar conciencia.


Atentamente:
Joaquin Gorreta 55 años