YO SOY EL BUEN PASTOR (1ª PARTE)

Por décadas, las diferentes congregaciones de la Iglesia de Dios en la República Mexicana, han sido atendidas en su necesidad pastoral, por hermanos miembros del ministerio, lo cual nos ha llevado a algunos a tomar el cargo de Pastor, solucionando con ello solo en parte, la grande problemática que existe en cada congregación. 

Sin embargo, cada día es más grande y más notoria, la necesidad que tienen la mayoría de las congregaciones de la Iglesia de disponer de un Pastor, eficaz, y de tiempo completo. 

¿Qué es el trabajo pastoral? 

Ser Pastor de una Congregación, no es únicamente predicar los sábados en el templo, el trabajo pastoral responsable, ético, completo, fructífero, eficaz, y sobre todo acorde a la voluntad de Dios, es el efectuar principalmente entre otras cosas: 

- Trabajos de evangelismo personal. 
- Visitar a los miembros que están enfermos. 
- Llevar una palabra de aliento a los hogares enlutados. 
- Dar una palabra de exhortación o reflexión (a nivel personal, a quien está desorientado o tiene problemas personales o familiares). 
- Buscar la oveja que se ha salido del redil o se ha perdido. 
- Cuidar la estabilidad y armonía de la membresía. 
- Trabajar en favor del crecimiento numérico, de la iglesia. 
- Lograr el crecimiento espiritual de la congregación por medio del alimento adecuado. 

Sobre los malos pastores 

Una descripción más precisa de lo que es un mal trabajo pastoral, lo encontramos en Ezequiel, capítulo 34, que dice: 

“Hijo del hombre, profetiza contra los pastores de Israel; profetiza, y diles a los pastores: Así ha dicho el Señor Jehová: ¡Ay de los pastores de Israel, que se apacientan a sí mismos! ¿No apacientan los pastores los rebaños? Coméis la leche, y os vestís de la lana: la gruesa degolláis, no apacentáis las ovejas. No corroborasteis las flacas, ni curasteis la enferma: no ligasteis la perniquebrada, ni tornasteis la amontada, ni buscasteis la pérdida; sino que os habéis enseñoreado de ellas con dureza y con violencia; Y están derramadas por falta de pastor; y fueron para ser comidas de toda bestia del campo, y fueron esparcidas. Y anduvieron pérdidas mis ovejas por todos los montes, y en todo collado alto: y en toda la haz de la tierra fueron derramadas mis ovejas, y no hubo quien buscase, ni quien requiriese… He aquí, yo a los pastores; y requeriré mis ovejas de su mano, y haréles dejar de apacentar las ovejas…” (Ezequiel 34:1-6, 10). 

Yo soy el buen pastor 

Para la función del trabajo pastoral, como en toda profesión, se requiere de ética y vocación, y en este caso además de un grande amor hacia la Obra del Señor, es decir, una completa entrega y verdadera vocación, para lograr un exitoso desempeño como Pastor. Pero desafortunadamente, como en la labor de predicar, hay quienes también por envidia y porfía quieren ser Pastores; ¿Cuántos se han registrado a lo largo de la historia contemporánea de la Iglesia, de oficiales a quienes se les ha conferido el cuidado de una congregación por “simpatía” en los dirigentes o que obtuvieron ese cargo por “herencia” por lo cual, en la gran mayoría de esos casos, ha faltado capacidad y espíritu de servicio para esta encomienda? 

En la parábola de “El buen Pastor” registrada en el capítulo 10, del evangelio de Juan, se habla de dos tipos de pastores: 

El primero, se refiere aquel que “entra por la puerta… y las ovejas oyen su voz… y las ovejas le siguen, porque conocen su voz” 

El segundo tipo, se describe en los versículos doce y trece: “Pero el mercenario, y el que no es propio pastor, de quien no son propias las ovejas, viendo venir al lobo, desampara las ovejas, y huye; y el lobo las arrebata, y dispersa el rebaño. El mercenario huye por la razón de que es asalariado y no tiene interés alguno en las ovejas” (versión vulgata latina). 

Ruego a los ancianos 

Recordando las palabras del Apóstol Pedro: 

“Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de las aflicciones de Cristo, que soy también participante de la gloria que ha de ser revelada: Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, teniendo cuidado de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino de un ánimo pronto; Y no como teniendo señorío sobre las heredades del Señor…” (1ª Pedro 5:1-3) y añadiendo las del Apóstol Pablo: 

“Pero tú vela en todo, soporta las aflicciones… cumple tu ministerio” (2ª Timoteo 4:5), quiero exhortar atenta y respetuosamente, a mis amados hermanos y compañeros del Ministerio Pastoral, a que recordemos que la Obra es del Señor, por lo cual espera el crecimiento tanto material como espiritual de la misma, y por ello dice el Apóstol Pablo: “Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero doctores,… los que administran” (1ª Corintios 12:28) y en todo esto por medio de los dones distribuidos por medio del Espíritu Santo, por ello concluye en el versículo 31, “Procurad pues, los mejores dones…” 

Es momento de otorgar lo que la Iglesia merece; desechemos lo empírico y esforcémonos por un mejor trabajo; dejemos atrás todo aquello que afecte el avance y crecimiento de la Iglesia, gran parte de los trabajos materiales que se realizan en las diferentes congregaciones, tales como, la construcción o remodelación de los templos, campañas de evangelismo, u otras actividades en las que se incluye desarrollo de programas y predicaciones en los cultos, son dejadas a la casualidad, esperando “a ver que sale”, “a ver si sale bien”, deseando que las cosas “ocurran”, pero sin hacerlas “ocurrir”. 

El Apóstol Pablo dice claramente: “Empero hágase todo, decentemente y con orden, en lo cual nos señala que nuestras actividades deben ser ordenadas, programadas, incluyendo el erradicar de nosotros todo aquello que daña a la congregación, como lo es la actitud de algunos pastores, que al pretender ser los “todólogos” en la congregación a su cargo, quieren controlar todo, pues se convierten en carpinteros, albañiles, electricistas, o desarrollando la profesión que se requiera, por no querer o no saber delegar funciones, trabajando hasta el límite de sus fuerzas, pero sin cubrir las necesidades básicas de la congregación, ya que en ellos se cumple el popular dicho: “El que mucho abarca, poco aprieta” 

Es de gran importancia recordar que el Señor ha dotado a la Iglesia con dones para cubrir cada una de las necesidades que se presentan en la Iglesia, así lo señala el Apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios, capítulo 12, de lo cual quiero resaltar el versículo 14: “Pues ni tampoco el cuerpo es un miembro, sino muchos” desde luego todo lo anterior se refiere al aspecto espiritual, pero recordemos que, también en el trabajo material, Dios ha intervenido, así lo dijo Moisés a los hijos de Israel, cuando la construcción del tabernáculo (Éxodo 35:22-35) “Ha henchido de espíritu de Dios, en sabiduría, en inteligencia, en ciencia, y en todo artificio, para proyectar inventos, para trabajar en oro, plata, metal… para trabajar en toda invención ingeniosa. Y ha puesto en su corazón el que pueda enseñar… además todas las mujeres sabias de corazón hilaban de sus manos, y traían lo que habían hilado…” 

Esto nos enseña que una gran mayoría del pueblo participo, pero hoy el trabajo recae en sólo unos cuantos, y a veces nada más en el Pastor. 

Es tiempo ya de mejorar, de crecer, de superarnos, pero esto sólo se logrará con el compromiso de todos, Pastor y cada uno de los congregantes; haciendo cada cual lo que le corresponde. Así que como Pastores, esforcémonos en desarrollar un Trabajo Pastoral, además de con un buen deseo, con preparación y en base a una buena Administración. 

Es importante considerar y atender las palabras del Apóstol: “Si alguno ministra, ministre conforme a la virtud que Dios suministra” (1ª Pedro 4:11). 

Pero no todo es responsabilidad del Pastor, también la congregación, tiene una participación muy importante, así lo establece el Apóstol Pablo (Hebreos 13:17-18) señalando las dos siguientes obligaciones: 

1. Obedecer (a vuestros pastores y sujetaos a ellos), porque ellos velan por vuestras almas… para que lo hagan con alegría y no gimiendo; porque esto nos es útil. 

2. Orar (por nosotros), porque confiamos que tenemos buena conciencia. 

Al respecto añadiría, en lugar de criticarlo, denostarlo o hasta burlarse de su pastor, por las deficiencias o errores que comete, ore por él, para que sea un mejor Siervo en la Obra de Dios. 

Cuánta responsabilidad implica esta labor, y cuánta falta hace el contar con el personal capaz, idóneo, por ello, el Señor Jesús decía a sus discípulos: “La mies a la verdad es mucha, más los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies” (Lucas 10:2) 

Estimados consiervo, en la Obra del Señor: 

¿Está usted satisfecho con el desempeño de su trabajo Pastoral? 

¿Qué compromiso de mejorar su trabajo como pastor, está dispuesto a ofrecer a Dios primeramente y después a la congregación a su cargo? 

Amados hermanos y hermanas de la congregación: 

¿Están ustedes conformes, con el estado que guarda la congregación a la que asisten? 
¿Qué trabajo se comprometen a realizar, en común acuerdo con su Pastor? 


Fraternalmente 
Eli Ortiz Fuentes

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