“Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que pecho, pecho; al que temor, temor; al que honra, honra.” Romanos 13:7
En la antigüedad, muchos de los reinos establecieron el pago de tributo o impuesto dentro de sus dominios, los cuales eran usados para pagar los gastos de la guerra principalmente; y éste era obligatorio para todos los ciudadanos de esas provincias gobernadas. En Roma, se le consideró a Cesar Augusto, el más brillante estratega fiscal del Imperio Romano. En la actualidad, muchas de las ciudades del mundo, tienen un medio de recaudación fiscal que consiste principalmente, en obtener ingresos a través de los llamados impuestos, necesarios para el sostenimiento del gasto público en apego a los principios constitucionales de cada gobierno.
En los tiempos del Señor Jesús, había sido ejercida esta obligación, en Judea, una provincia gobernada por romanos. Los Fariseos y Herodianos procurando hallar al Señor en una falta, le preguntaron lo siguiente: “¿Es licito dar tributo a Cesar, o no? ¿Daremos o no daremos? Marcos 12:14.
El Señor, contestó conociendo su intención: “Y respondiendo Jesús, les dijo: Dad lo que es de Cesar a Cesar; y lo que es de Dios a Dios” (Marcos 12:17)
Maravillados a los Fariseos con esta respuesta del Señor, se dieron cuenta que habían fallado en su intención, dándoles a entender que era necesario hacer el pago del tributo a quien en ese momento era el gobernador, esperando tal vez que el Señor se rehusara contestando lo contrario.
Este ejemplo, nos en el presente para entender que como ciudadanos e iglesia, tenemos el compromiso de cumplir con ésta obligación civil, pagando los tributos (impuestos) al gobierno del que dependemos, haciendo efectivas las palabras del Apóstol.
“Porque por esto pagáis también los tributos; porque son Ministros de Dios que sirven a esto mismo.” (Romanos 13:6)
Actualmente, muchos de los ciudadanos buscan la manera de evitar estos pagos, pero nosotros, hablando a la Iglesia, como buenos entendedores de la palabra del Señor, dando ejemplo de obediencia, debemos contribuir con estos pagos en la forma que nos corresponda, dando así testimonio de buena fe.
Una reflexión aparte, es considerar y corregir si este es el caso el consejo que nos da el Apóstol en referencia, al manejo de nuestras finanzas y el hecho de pagar deudas.
“Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que pecho, pecho; al que temor, temor; al que honra, honra.” (Romanos 13:7)
Cabe mencionar que en la actualidad, una gran mayoría de los ciudadanos, estamos asediados por mensajes mercantiles que nos invitan a comprar o adquirir algún bien o mercancía, a través de los llamados créditos, una forma que utilizan los vendedores y bancos para generar ventas, las cuales naturalmente les dan resultados pues mantienen cautivo a numerosos ciudadanos. Muchas personas en el mundo, tienen este problema de deudas, es decir los gastos extras que solo crean depresión y angustia, y que afectan a la familia, sin duda una enfermedad fiscal abrumadora. Por ejemplo en Estados Unidos casi el 80% de las personas mantienen deudas de todos tipos, pues gastan más de lo que ganan en un año hasta un 115%. En México, tenemos similares problemas, basta ver como las tiendas departamentales y bancos que ofrecen todas las facilidades para que usted sea un incauto más de deudas.
Otras formas de endeudarse, es el pedir prestado a quien con un gesto amable si este es el caso, facilitó una cantidad de dinero para alguna necesidad. Otras ocasiones, hay gente que con usura presta dinero, una forma ventajosa y deshonesta en la que operan y se mantienen. En los tiempos de Moisés el pueblo de Israel, estaba prohibida esta práctica de la usura: “Si dieres a mi pueblo dinero emprestado, al pobre que está contigo, no te comportarás con él como logrero, ni le impondrás usura.” (Éxodo 22:25), no estaba prohibido el préstamo, lo que estaba prohibido era cobrar usura (interés elevado por el dinero prestado) y si al efectuar el préstamo se recibía en prenda alguna ropa, a la puesta del sol, debía devolver esa prenda (Éxodo 22:26-27). También se celebraba el año del Jubileo, una festividad Judía que consistía entre otras cosas, perdonar las deudas, era un tiempo para la restauración y el descanso, donde todas las deudas eran perdonadas:
“Así consagraréis el quincuagésimo año y proclamaréis libertad en la tierra para todos sus habitantes. Será de jubileo para vosotros, y cada uno de vosotros volverá a su familia.” (Levítico 25:10)
Ojalá estuviéramos en las mismas condiciones de aquel tiempo, pero ahora no es así, y se vuelve muy necesario dar testimonio de ser personas honestas y cumplidas a nuestros compromisos, cuando así tuviéramos que recurrir a un préstamo, como miembros de la Iglesia, es penoso enterarnos de hermanos que acostumbran pedir y que no pagan, el Rey David, clasifica a estas personas como impíos: “El impío toma prestado, y no paga” Salmos 37:21.
La familia de la Iglesia de Dios, debe saber y conocer cómo administrar sus finanzas, darle uso apropiado al dinero ganado a través de la bendición del trabajo, y no tener que recurrir a estos métodos de negocio, cometiendo el error de gastar más dinero de lo que con esfuerzo se ha ganado como un salario. Recordemos la exhortación que al respecto hace el Proverbista: “No estés entre los que tocan la mano, entre los que fían por deudas. Si no tuvieres para pagar, ¿Por qué han de quitar tu cama de debajo de ti?” Proverbios 22:26-27.
Y si por alguna razón, usted tuviese qué pedir prestado, es necesario comprometerse a regresar íntegramente lo debido y no abusar de la confianza depositada con aquel al que solicito lo prestado; tengamos temor de la palabra cuando dice: “¡Ay de los que planean la iniquidad, los que traman el mal en sus camas!” Miqueas 2:1. “Mirad que ninguno devuelva a otro mal por mal, sino procurad siempre lo bueno los unos para con los otros, y para con todos. “ (1ª Tesalonicenses 5:15)
El rey Salomón nos dice también en el libro de los consejos: “No niegues el bien a quien se le debe, cuando esté en tu mano el hacerlo” Proverbios 3:27, invitándonos a cumplir la responsabilidad de pagar nuestras deudas.
Como hijos de Dios y conocedores de su palabra atendamos a seguir el consejo, es una reflexión que debemos considerar para no vivir con intranquilidad, sino más bien con paz. Como hermanos, el Apóstol nos recomienda también ver por las necesidades de los demás sin esperar una retribución mayor y ventajosa. “Así que entonces, hagamos bien a todos según tengamos oportunidad, y especialmente a los de la familia de la fe” (Gálatas 6:10).
Min. Abel Cruz G.
Matamoros, Tamps.
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