UN EJEMPLO DE OBEDIENCIA

“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús: El cual, siendo en forma de Dios, no tuvo por usurpación ser igual a Dios. Y hallado en la condición como hombre, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” Filipenses 2:5-8. 

En el hogar los padres son nuestro ejemplo a seguir y son los que buscan el bienestar de los hijos, esforzándose para que estos reciban lo mejor en todos los aspectos, sin embargo su objetivo no se verá cumplido, si los hijos no contribuyen con la parte que les corresponde y esta es la obediencia a las reglas establecidas en dicho hogar. 

Al respecto el sabio Salomón nos aconseja: “Oye, hijo mío, la doctrina de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre: Porque adorno de gracia serán a tu cabeza, y collares a tu cuello” Proverbios 1:8, 9. 

La juventud es una etapa hermosa, donde existe la fuerza, siendo la gloria de los jóvenes su fortaleza (Proverbios 20:29), pero debe ser prudente en sus acciones, debe ser sabio y entendido, es decir debe sujetarse a las indicaciones del Padre Celestial; es de suma importancia reconocer a este ser sublime y poderoso que está sobre todo, que conoce con gran exactitud el funcionamiento de cada uno de los órganos de nuestro cuerpo y sabe lo que pensamos. La buena nueva es que a pesar de ser excelso, en su infinito amor, nos brinda su atención, su ayuda y busca nuestro bienestar; a tal grado de darnos su nombre y aceptarnos como sus hijos; el Apóstol Pablo menciona que nos escogió antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él en amor (Efesios 1:3, 4). 

EL PADRE CELESTIAL 

El Padre Celestial es espíritu (Lucas 4:24), es invisible; su hijo Jesús declaraba que él lo había enviado y manifestaba que no habían visto su parecer: “Y el que me envió, el Padre, él ha dado testimonio de mí. Ni nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su parecer” Juan 5:37. 

Otras de las características del Padre Celestial es que es inescrutable, eterno, inmortal, omnisciente (Isaías 40:28, Salmos 90:2, 1ª Timoteo 1:17, Salmos 139:1-6). El salmista David hacía referencia a su grandeza: “Porque tú eres grande, y hacedor de maravillas: Tu solo eres Dios” Salmos 86:10. El amor del padre hacia nosotros se mostró, al ofrecer a su unigénito hijo. 

JESÚS 

El hablar de Jesús, es hablar de amor, de sabiduría, de paciencia, de santidad, de humildad, de mansedumbre, de calidad espiritual, de obediencia. 

El ángel anuncio a María que tendría un hijo, al cual le llamaría Jesús, y que sería engendrado del Espíritu Santo (Lucas 1:28-31), este anuncio se cumplió al pie de la letra, y aquel niño crecía y se fortalecía y se henchía de sabiduría (Lucas 2:40); a la edad de 12 años en el templo de Jerusalem, los doctores de la ley se pasmaban de su entendimiento y de sus respuestas (Lucas 2:42-47); a la edad de 30 años es bautizado por Juan y recibe el Espíritu Santo (Mateo 3:13-16). 

Como ser humano padeció dolor, hambre, frio, cansancio, azotes, calumnias, persecuciones, y estuvo expuesto a tentaciones, sin embargo su preparación espiritual era tal que no hizo pecado ni fue hallado engaño en su boca, remitía la causa al que juzga justamente (1ª Pedro 2:22). 

Jesús es nuestro salvador y pontífice, Pablo en su mensaje a los Hebreos habla de él: “Porque tal pontífice nos convenía: Santo, inocente, limpio, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos” Hebreos 7:26. 

JESÚS COMO HIJO DE DIOS 

Cuando se anunció sobre el nacimiento de Jesús, por ser engendrado del Espíritu Santo, seria llamado hijo de Dios. El Apóstol Pablo, nos hace mención de la existencia del hijo de Dios, antes de que tomara carne: “El cual es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda criatura. Y él es antes de todas las cosas y por él todas las cosas subsisten” Colosenses 1:15, 17. También nos menciona que es el resplandor de la gloria del Padre y la misma imagen de su sustancia (Hebreos 1:3). 

PROPÓSITO DE LA VIDA Y MUERTE DE JESÚS 

Jesús mencionaba que había descendido del cielo para hacer la voluntad de su Padre (Juan 5:38), “y esta es la voluntad del que me envió, del Padre: que todo lo que me diere, no se pierda de ello, sino que lo resucite en el día postrero” Juan 6:39-40. 

Para realizar la voluntad de su Padre, tenía que dar a conocer el plan de salvación para el hombre a través de la predicación de la palabra de Dios, en cuyo plan estaba implícita su muerte. En el evangelio de Lucas se describe su propósito, el cual ya estaba profetizado por el Profeta Isaías: “el Espíritu del Señor es sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres: Me ha enviado para sanar a los quebrantados de corazón; para pregonar a los cautivos libertad; y a los ciegos vista; para poner en libertad a los quebrantados: para predicar el año agradable del Señor” Lucas 4:18-19. 

Al entrar el pecado al mundo por un hombre y por el pecado la muerte, éramos extranjeros a los pactos de la promesa, sin ninguna esperanza y sin Dios en el mundo; Jesús, con su muerte logro nuestra reconciliación con el Padre; el propósito del derramamiento de su sangre fue para expiar el pecado del mundo (Efesios 2:12-19 e Isaías 53:10) para que tuviésemos la oportunidad de participar de una vida eterna. Jesús, el cordero, ya estaba ordenado desde antes de la fundación del mundo, pero se manifestó en los postreros días por amor de vosotros (1ª Pedro 1:20). 

OBEDIENCIA Y SUMISIÓN A LA VOLUNTAD DE DIOS 

Pablo nos habla sobre la obediencia y sumisión de Jesús: “Y aunque era hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia” Hebreos 4:8. Se humillo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres (Filipenses 2:7). En los días de su carne ofreció a su Padre ruegos, suplicas con lágrimas y fue escuchado por su reverencial miedo (Hebreos 5:7). 

ENTREGA A DIOS 

En todo momento de su vida, Jesús fue fiel a su Padre, cumplió con su voluntad y aunque un poco antes de ser engendrado se entristecía y angustiaba en gran manera, el confiaba en su Padre y pedía su ayuda a través de la oración en el Gehsemani (Mateo 26:36-38). A tal grado llegaba su entrega a Dios que le pedía que hiciera su voluntad: “Y yéndose un poco más adelante se postro sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mi ese vaso; empero no como yo quiera sino como tú” Mateo 26:39. Y estando en agonía oraba más intensamente, fue su sudor como grandes gotas de sangre que caían hacia la tierra. Lucas 22:44. 

El Padre Celestial quiere lo mejor para sus hijos, a veces creemos que somos dueños de nuestro cuerpo, de nuestro tiempo, queremos hacer lo que agrada a nuestra carne, o queremos servirle a medias, condicionando nuestro tiempo, la forma de servirle y lo cierto es que le pertenecemos a él, es dueño de nuestras vidas. 

Si estamos convencidos que el Padre es el único Dios verdadero y que a él le debemos todo lo que tenemos, debemos humillarnos ante él, siguiendo el ejemplo de obediencia de Cristo: “Porque para eso sois llamados; pues que también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que vosotros sigáis sus pisadas” 1ª Pedro 2:21. 

No olvidemos las palabras del Apóstol Pablo: “Porque lo que al presente es momentáneo leve de nuestra tribulación, nos obra un sobremanera alto y eterno peso de gloria; no mirando nosotros a las cosas que se ven, sino a las que no se ven: Porque las cosas que se ven son temporales, más las que no se ven son eternas” 2ª Corintios 4:17-18. 

Elizabeth Rios Ortega 
Tellez, Hidalgo

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