Pero lo anterior no solo es preocupación para las grandes potencias mundiales, lamentablemente han aterrizado en la vida cotidiana de los hombres, justificándose diciendo que vivimos en un mundo competitivo, donde es muy importante tener bienes materiales, intelectuales y culturales. Cada uno de estos bienes nos definen y dicen lo que somos y a que sector pertenecemos, trazan nuestro futuro y hablan de nuestro pasado: pero si observamos por un momento estos bienes, no encontramos que exista el bien espiritual, no existe porque ¡en el mundo no importa!, a pocos le interesa si crees en Dios, si es que tienes una moral sólida, lo que importa es que muestres los bienes que tienes y así ser aceptado.
Solo basta mirar a nuestro alrededor y ver que todo se vende, sentimientos tan profundos como el amor y la felicidad, se fincan en cosas materiales, como coches, ropa, bienes, viajes, conocimientos y apariencias. ¿Suena deprimente verdad? Lamentablemente así es la vida del hombre, pero no la vida de los hijos de Dios. “Trabajad ni por la comida que perece, mas por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del hombre os dará: porque a éste señalo el Padre, que es Dios.” Juan 6:27
Jesucristo ha sido el paradigma más concreto de lo que significa tener un bien espiritual, nos mostró como cultivarlo, ejercerlo y los beneficios que obtenemos al ser espirituales. Como lo dice 1 Pedro 3:4, “Sino el hombre del corazón que está encubierto, es incorruptible ornato de espíritu agradable y pacifico, lo cual es de gran estima delante de Dios.”
Lo que existe y lo que lleguemos a poseer en este mundo terrenal es vano, ya lo decía el predicador, “¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol?,” Eclesiastés 1:3. Debemos de velar en las cosas espirituales, “Vosotros, pues, no procuréis qué hayáis de comer, ó qué hayáis de beber; ni estéis en ansiosa perplejidad. Porque todas estas cosas buscan las gentes del mundo; que vuestro Padre sabe que necesitáis estas cosas.” Lucas 12:29,30
Nuestro señor Jesucristo nos ha dejado grandes enseñanzas, algunas fueron: vivir en espíritu, ser misericordioso, obediente, amo al prójimo tanto que dio la vida por cada uno de nosotros, nos mostró que significa la verdadera amistad, cómo estar vestido de la cota de justicia, llena de Ética y moral. Solo reflexionemos en las siguientes palabras, “No mirando nosotros a las cosas que se ven, sino a las cosas que no se ven: porque las que se ven son temporales, más las que no se ven son eternas.” 2 Corintios 4:18. Sin duda ahora es nuestro turno para elegir y lograr nuestro objetivo.
Comité Editorial Juvenil
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