Mi primer ayuno

Estoy segura que dentro del tiempo que tenemos cada uno de nosotros en nuestra amada iglesia hemos escuchado constantemente el término “ayuno,” lo hemos escuchado al acercarse la Cena del Señor, también cuando se hacen campañas de oración y ayuno en las localidades, en fin, en diferentes situaciones escuchamos esa palabra. Al principio cuando la escuchamos sentimos miedo porque significa dejar de comer y beber en todo un día, ¡qué difícil suena esto!, creemos que nunca lo podríamos hacer; y a veces nos llegamos a preguntar ¿en qué ayuda a mi relación con Dios el abstenerme de comer y beber? Hermano en este momento que estás leyendo te invito a que comprendamos juntos lo que significa el ayuno en tu vida espiritual.

En lo personal cuando era una niña dentro de la iglesia siempre me hacia las preguntas que plantee al principio, no entendía el porqué mis hermanos hacían esto, pasé a la adolescencia y lo entendía aún menos, es más creí que yo nunca iba a hacerlo. Mi primer ayuno fue en la primera cena del Señor que tomé como bautizada, recuerdo que fue un día donde sentí mucha paz y sobretodo mucha comunión con Dios; no pasó lo que temía de que por dejar de comer me iba a desmayar o algo peor, nada de eso, al contrario fue una experiencia hermosa en donde se tuvo una relación más cercana a Dios, donde lo reconoces a Él como tu Inmenso Hacedor al cual debes rendirle toda honra, gloria y devoción.

El ayuno no es una tortura ni mucho menos, es más, cuando se hace de todo corazón y con toda tu humildad se siente el cuerpo y el espíritu más fortalecido que nunca. Recuerdo una ocasión que en la región a la que pertenezco se vivió una situación muy difícil para unos hermanos en la fe, se convocó a un ayuno y oración generales, nos unimos todos como miembros de cada localidad y se sintió una paz indescriptible en los corazones de cada uno de nosotros, una paz que nos decía que todo iba a salir bien y que Dios se iba a manifestar a favor de nuestros hermanos y así fue, Dios obró y todo se resolvió favorablemente. Aquí es cuando entendemos que cuando se hace de verdad, porque nace hacerlo, es cuando Dios obra en ti y te fortalece, te da lo que tu corazón pide, así que hazlo y acompáñalo con oración y humillación delante de Dios nuestro Creador quien se merece este acto de “amor.”

Te invito a que leas y medites el capítulo 58 de Isaías, ahí nos habla más detalladamente de lo que trato de dar a entender. El ayuno tiene que estar libre de:

1. Falsedad, (solo por aparentar santidad) Mateo 6:16-18.
2. Malos deseos (hacerlo por razones no aceptables para Dios). Isaías 58:3-4.
3. Querer dar lastima por parecer cansado y enfermo por el ayuno. Isaías 58:5.

Medita, porque para realizar un ayuno correcto y agradable a Dios debes de saber bien lo que vas a hacer.

El objetivo del Ayuno

Como se comentaba, en el capítulo 58 de Isaías se explica lo que es un ayuno verdadero, vamos a hacer un recuento:

1. El ayuno tiene que realizarse acompañado de humillación, de confesión de pecados y faltas ante nuestro Dios, y de voluntad para librarnos de todo lo malo que hay en nosotros mismos y comprometernos a vivir limpiamente delante de Dios. Isaías 58:6, Nehemías 9:1-2.

2. Tiene que ir acompañado de buenas obras, obras de amor y de caridad al prójimo, (y no solo por el momento que lo estamos realizando, sino siempre). Isaías 58:7.

3. Se ofrece en situaciones difíciles que se presentan tanto en la vida personal como en la vida de nuestro prójimo; también cuando existe algún grave peligro o acontecimiento venidero, o cuando deseas clamar a Dios para que sea contigo. Daniel 6:18, Esther 4:16, 2 Samuel 12:16.

4. Debe ser siempre únicamente para DIOS. Zacarías 7:5.

5. Ese día debe ser de gozo y alegría en tu vida. Isaías 58:5. Vemos un poco más adelante que cuando se realiza correctamente este acto, la luz de Dios resplandece sobre su hijo y se fortalece la relación con Él, y su justicia y fe se manifiesta con el hacedor de este acto.

No pensemos que el ayuno lo tenemos que hacer por cumplir lo que se nos dice, no lo tenemos que hacer por hacer nada más, porque de esta manera no será agradable a Dios y tampoco será una experiencia grata para ti; el ayuno está hecho para mejorar cada uno de nosotros como personas y sobretodo como hijos de Dios, es buscar una oportunidad de encontrar más cerca el rostro de Dios y alcanzar su misericordia, al humillarnos a nosotros mismos estamos agradando a Dios, recuerden el versículo de Lucas 18:14: “…porque cualquiera que se ensalza, será humillado; y el que se humilla, será ensalzado” y que mejor que nuestro Señor nos ensalce en su misericordia. Veamos algunos ejemplos de ayunos verdaderos.

El ejemplo de Cristo

Mateo 4:2 muestra que nuestro Salvador Jesús ayunó por cuarenta días y cuarenta noches y aún después de esto el enemigo fue a tentarle, Jesús no consintió en nada, eso es un ayuno verdadero, imagínense la fe de nuestro Señor para pasar todo ese tiempo sin comer ni beber nada, la fe es imprescindible para realizar este acto, porque si nuestro Señor Jesús no hubiera tenido una fe tan firme no hubiera podido realizar este grande sacrificio. Aprendamos de su fe en nuestro Dios porque Él pudo realizar esto siendo un hombre como nosotros, precisamente para demostrarnos que con una fe firme y sin fluctuar nosotros también podemos ser hacedores de este acto de humildad hacia nuestro Dios, solo que necesitamos darnos cuenta de que podemos hacerlo, abramos nuestros ojos y no nos cerremos a la idea de que hacer eso en nuestros días es imposible. El vino aquí para enseñarnos con su ejemplo y para que pusiéramos en práctica lo que Él nos dejó, así que cuando sientas en tu corazón el deseo de realizar verdaderamente este acto, hazlo y dedícaselo a Dios quien verá tu intención y sabrá poner en tu vida lo correcto.

Algunos ejemplos de la Biblia

Además de nuestro Señor Jesús, en la Biblia encontramos otros grandes hombres que tuvieron una fe inquebrantable y pudieron darle a Dios este acto de humillación, algunos fueron:

1. Moisés, quien ayunó cuarenta días y cuarenta noches. Éxodo 34:28, Deuteronomio 9:9,18.
2. Elías quien no comió ni bebió hasta llegar a Horeb. 1 Reyes 19:8.

Un ayuno constante

Hermano joven si es la primera vez que piensas realizar un ayuno, primeramente te felicito es un acto del cual no te arrepentirás si lo haces correctamente, y créeme que buscarás seguir haciéndolo una vez que experimentas este hermoso momento. El ayuno verdadero necesita ser una constante en nuestras vidas, recordemos que es Dios quien nos sustenta y necesitamos buscar su rostro y misericordia día con día, y no dar por hecho que ya las tenemos, porque así como Dios nos da todo y más de lo que necesitamos, si lo olvidamos, así de fácil nos puede quitar todo lo que tenemos al estar en su gracia.

Recordemos siempre acompañar el ayuno con los siguientes elementos:

1. Con oración. Esdras 8:23, Daniel 9:3.
2. Humillación. Deuteronomio 9:18.
3. Confesión de nuestros pecados. 1 Samuel 7:6.
4. Con actitud de agradecimiento, y sobre todo con sinceridad de corazón.

No veamos el ayuno como una obligación, como algo imposible, como una jornada aburrida, etc., porque así no será agradable a Dios; veámoslo como una oportunidad de estar un poco más cerca de Dios y mejorar como seres humanos, porque aparte de las maravillosas recompensas que trae a nuestra vida espiritual también nos beneficia en nuestra salud física y MUCHO aunque suene difícil de creer, se ha comprobado científicamente que en animales y hombres el ayunar posibilita la eliminación de sustancias tóxicas de nuestro cuerpo, es como si fuera un respiro para el organismo, lo ayuda a limpiarse a sí mismo de todo lo que ingerimos diariamente y no necesitamos.

Veamos hermanos todas las bendiciones que tiene de parte de nuestro Dios el realizar el ayuno, tanto espirituales como físicas.

Así que te invito a que cuando te sientas listo para realizar el ayuno lo hagas con calma, empieza con un medio día si prefieres para que el cuerpo se acostumbre y te des cuenta que es una experiencia que lejos de ser molesta, es hermosa y te sentirás más fortalecido que si hubieras ingerido alimentos en una semana; y a quienes ya realizaron este acto, recordemos no olvidarlo sino tenerlo como una constate en nuestra disciplina cristiana, dárselo a Dios en cada momento de nuestra existencia ya sea por un mal momento o alguna alegría inmensa que acontezca en nuestra vida o en la de nuestro prójimo. Pienso que si Dios nos da todo lo que necesitamos y más de lo que merecemos, ¿no creen que sea digno de recibir este pequeño acto de nuestra parte?, creo que es algo muy pequeño en comparación a la misericordia y el amor que Él nos ofrece.

Rebeca Rodríguez Blanco
Apodaca, Nuevo León

No hay comentarios: