“Las riquezas y la gloria están delante de ti, y tú señoreas á todos: y en tu mano está la potencia y la fortaleza, y en tu mano la grandeza y la fuerza de todas las cosas.” 1ª Crónicas 29:12.
Actualmente vivimos en un mundo lleno de privaciones materialistas en donde abunda solamente los pensamientos en el “YO,” ese “EGO” que se alimenta a diario crecidamente y más sin importar el daño que le causemos a nuestro prójimo el Apóstol Pablo advertía “Esto también sepas, que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos: que habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios… sin afecto, desleales, calumniadores, destemplados, crueles.” (2da Timoteo 3:1-3), somos tan egoístas que no miramos si alguien necesita nuestra ayuda, nuestra amistad, algunas palabras de afecto, que sientan que nos preocupamos por el prójimo y más aún si se tratara de una persona humilde (llamémosle así a una persona de escasos recursos económicos) que por no traer anillos de oro en su mano y vestidos costosos simplemente lo hacemos a un lado (Santiago 2:1-5). Jesús dijo “el que quisiere entre vosotros hacerse grande, será vuestro servidor; y el que quisiere entre vosotros ser el primero, será vuestro siervo: como el Hijo de hombre que no vino para ser servido, sino para servir…” Mateo 20:26-28.
Es aquí, entonces que ciertamente a diario se vive como en los días de Noé (Génesis 6:5), con mucha malicia en la que por su parte cada quien, el único interés que existe en su mente es en su persona, en sus propósitos, sus metas, sus sueños, los placeres de la vida: “Quiero llegar a ser un gran empresario dueño de una importante agencia y/o empresa”, “tener una gran residencia”, “lucir un buen auto del año”, “un gran yate”, “viajar”, etc. La lista sigue con un sinfín de riquezas materiales; pero… ¿para quién trabajamos o para que…? “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo… porque todo lo que hay en el mundo, la concupiscencia de la carne, y la concupiscencia de los ojos, y la soberbia de la vida, no es del Padre, mas es del mundo. Y el mundo se pasa, y su concupiscencia; más el que hace la voluntad de Dios, permanece para siempre.” (1ª Juan 2:15-17).
Nos alagamos en decir “Quiero ser alguien reconocido, importante”, dice el predicador “¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol? (Eclesiastés 1:3). La juventud actualmente se afana en tantas cosas de la vida material que nos olvidamos de dónde venimos, hacia donde vamos, quien nos creó, por y para quien vivimos, (Colosenses 1:16, 17) “Porque por él fueron criadas todas las cosas que están en los cielos, y que están en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue criado por él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y por él todas las cosas subsisten” sino solo pensamos en nosotros mismos y en un futuro lleno de fortunas: “Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.” Y refirióles una parábola, diciendo: “La heredad de un hombre rico había llegado mucho; y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo donde juntar mis frutos? Y dijo: esto haré: derribaré mis alfolíes, y los edificaré mayores, y allí juntaré todos mis frutos y mis bienes; y diré á mi alma: Alma, muchos bienes tienes almacenados para muchos años, repósate, come, bebe, huélgate. Y díjole Dios: Necio, esta noche vuelven á pedir tu alma; y lo que has prevenido, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico en Dios.” Lucas 12:16-21.
Miramos hacia el futuro sin darnos cuenta lo que gracias a Dios poseemos hoy, tenemos la vida, la salud, vestido, alimentos que no nos falta a diario por la misericordia de Dios, a la familia que poco a poco vamos perdiendo y descuidando por causas de esas vanaglorias que deseamos poseer, elementos que son importantes en nuestra vida y el motivo por el cual deberíamos agradecerle a Dios y más que nada por las fuerza sobre todas las cosas para hacer de la obra de Dios la mejor cada día… y continua diciéndole a sus discípulos: “No estéis afanosos de vuestra vida, qué comeréis; ni del cuerpo, qué vestiréis. La vida más que la comida, y el cuerpo que el vestido. ¿Y quién de vosotros podrá con afán añadir á su estatura un codo? Pues si no podéis aun lo que es menos, ¿para qué estaréis afanosos de lo demás?” (Lucas 12:22, 26).
Ciertamente en nuestro hablar no se escucha “Si Dios lo permite”, “Si Dios me lo concede”, “Si de Dios está”, HARE TAL COSA. Nos creemos tan capaces de hacer las cosas solos, que fundamentamos que por tener “por delante una vida entera” y que somos jóvenes debemos vivir al máximo, cada instante sin importar lo demás y trayendo consigo una serie de pensamientos negativos que nos van apartando cada día más de la presencia de nuestro Dios. “Alégrate, mancebo, en tu mocedad, y tome placer tu corazón en los días de tu juventud; y anda en los caminos de tu corazón, y en la vista de tus ojos: más sabe, que sobre todas estas cosas te traerá Dios á juicio.” Con esto no me estoy refiriendo a que tenemos que renunciar a nuestras metas, nuestros propósitos como seres humanos, claro! Que lo podemos lograr pero siempre tener en cuenta y en primer lugar DIOS. (Eclesiastés 11:9). Por lo tanto si nuestra mirada es solo en el autor y consumador de la fe es decir en Cristo Jesús todas las cosas nos vendrán a bien porque “Las riquezas y la gloria están delante de ti, y tú señoreas á todos: y en tu mano está la potencia y la fortaleza, y en tu mano la grandeza y la fuerza de todas las cosas.” Y sobre todas las cosas pedid conforme a lo que nos hace falta no para ensoberbecernos. “Y asimismo también el Espíritu ayuda nuestra flaqueza: porque qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos; sino que el mismo Espíritu pide por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones, sabe cuál es el intento del Espíritu, porque conforme á la voluntad de Dios, demanda por los santos. Y sabemos que á lo que á Dios aman, todas las cosas les ayudan á bien, es á saber, á los que conforme al propósito son llamados.” (Romanos 8:26-28).
Es importante reconocer que el tener bienes materiales también es don de Dios “Asimismo, á todo hombre á quien Dios dio riquezas y hacienda, y le dio también facultad para que coma de ellas, y tome su parte, y goce su trabajo; esto es don de Dios. (Eclesiastés 3:19) pero Dios concede a cada uno según su corazón, pero antes que todo “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.” Y más si estas bendiciones la sabemos valorar y compartir ayudando a nuestro prójimo en todo momento. (1ª Timoteo 6:17-19).
Dios conoce nuestro corazón y si le somos fieles a su palabra, a sus mandamientos y ordenanzas, él nos sabrá recompensar en muchas cosas aquí en la tierra y más aun indudablemente en ese reino que nos tiene preparado para cada quien que le fue fiel en su obra. (Mateo 25:34-40).
“Mejor es lo poco con el temor de Jehová, que el gran tesoro donde hay turbación.”
A fin de que todos hagamos tesoros en el cielo no codiciando ni teniendo ambiciones de las cosas de este mundo que son efímeras, sino conformándonos con lo que diario Dios nos concede y que nuestro pensamiento sea como el del sabio Salomón: “No me des pobreza ni riquezas; mantenme del pan que he menester; no sea que me harte, y te niegue, y diga, ¿Quién es Jehová? Ó no sea que siendo pobre, hurte, y blasfeme el nombre de mi Dios.”
“Mejor es adquirir sabiduría que oro preciado; y adquirir inteligencia vale más que la plata.” Es por eso que nuestras peticiones deben ser siempre para bien pues Dios conoce y sabe nuestras necesidades. “Y no he visto justo desamparado, ni su simiente que mendigue pan.”
LAS BIENAVENTURANZAS DE DIOS SON GRANDES A LOS QUE EN EL ESPERAN Y AL ALMA QUE LE BUSCA…
Así es que “El que venciere, poseerá todas las cosas; y yo seré su Dios, y él será mi hijo.” (Apocalipsis 21:7).
Yesica de la Cruz López
Villahermosa, Tabasco
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