Hablar de valores en este tiempo, parece ser una cosa del pasado. Pues es algo que poco a poco se ha ido perdiendo, especialmente entre la juventud, ya que se desconoce en muchas ocasiones, el significado de la palabra “valor”, y en consecuencia, también su aplicación en la vida cotidiana.
Hoy para los padres, educadores, y en sí las autoridades civiles, así como religiosas, ha sido difícil tocar este tema con los jóvenes. Tristemente se adjudican el uno al otro la responsabilidad de inculcar los valores, aún desde que son niños. Peor aún, disimulan esta importante tarea. Ante tal situación, se ha relajado en sobremanera la importancia de practicarlas en cada circunstancia de sus vidas.
A manera de solución, se han permitido y apoyado movimientos que denigran y manifiestan la carencia de valores, bajo el argumento de “pluralidad”, o de respeto a las opiniones diversas, que no es otra cosa más, que una forma sencilla de no enfrentar la problemática, y aún el déficit de los mismo, al que nos enfrentamos.
En la Palabra de Dios está escrito que: “Más los malos hombres y los engañadores, irán de mal en peor, engañando y siendo engañados” (2ª Timoteo 3:13).
Para la Iglesia de Dios es un tópico que no se puede dejar, ni permitir que tenga influencia, pues el mundo ha tomado un rumbo alejado de la normatividad que se es necesario seguir. Por el contrario, la Iglesia necesita fortalecer estos lazos, que permiten hacer de las personas, seres con vocación de servicio y con calidad realmente humana.
¿Qué son los Valores?
Por valor, podemos entender, lo que hace que un hombre sea tal, y por supuesto, lo que orienta al ser humano a conducirse debidamente personal y socialmente. Un valor, hace que una persona sea considerada distinguidamente desde el punto de vista humanista, y desde el punto de vista socio-educativo, la formación que tiene para conducirse de tal o cual manera consigo mismo. Los valores también tienen relación con los grupos en el que se desenvuelve el individuo, ya sea familia, trabajo, escuela y/o círculos sociales diversos.
La carencia de los valores en el siglo
Es evidente la carencia de valores en la sociedad contemporánea estaba escrito, como un aviso de lo que acontecería en el futuro, en donde se afirma que los valores estarían en decadencia, ya que los malos hombres “irían de mal en peor”. Esta expresión, debiera ponernos a pensar detenidamente. Es decir, lo que vemos hoy, no será comparado a lo que se verá mañana.
Con frecuencia oímos a las personas mayores decir: “en mis tiempos, esto no sucedía”, “Antes sí había respeto. Ya no es igual”, continuando con una lista interminable.
Por el contrario, a los jóvenes, se les ve siendo poco considerados en este tema de los valores. Efectivamente, ya no es lo mismo, ni se da el mismo valor significativo al respeto, a la consideración, o a la disposición para con los semejantes, en relación a épocas antiguas. En sí, la juventud, transita por una etapa complicada, que se ve afectada por carecer de valores, que son precisamente los que dan estructura a la vida.
¿Desde cuándo se deben inculcar los valores?
Para el pueblo de Dios, era claro, en los tiempos antiguos, que la formación de los hijos, debiera ser desde la infancia temprana. El proverbio ya conocido versa: “Instruye al niño en su carrera: aún cuando fuere viejo no se apartará de ella” (Proverbios 22:6). Para que los valores puedan arraigarse en una persona, han de ser inculcados desde que se es pequeño.
Los expertos indican que la mejor época para que una persona sea formada, e incluso aprenda con mayor facilidad, son los primeros años de la vida. Sucede que, generalmente, se ha aplazado esta oportunidad, y cuando se ve la necesidad de inculcar valores, suele ser tarde, o bien, es un caso menor, se vuelve más difícil la instrucción de los hijos en relación a los valores.
Hay que tomar en cuenta, que para algunos padres, es algo que puede esperar, pero de acuerdo a la Palabra de Dios, es momento de actuar para evitar lamentarse en años posteriores. “Corrige a tu hijo, y te dará descanso, y dará deleite a tu alma” (Proverbios 29:17). Aún tenían ellos la obligación de instruir a los hijos, en todo momento y en todo lugar: “Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón: y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes.” (Deuteronomio 6:6 y 7).
Hoy los padres sufren demasiado por la falta de valores en la familia, especialmente en los hijos, y ha costado mucho esfuerzo tratar de revertir un mal modelo de educación familiar. Cuando eso sucede, es difícil, y en ocasiones imposible, que se pueda hacer algo al respecto. “La necedad está ligada en el corazón del muchacho” (Proverbios 22:15), como dice la versión “Dios habla hoy”, en palabras más sencillas: “La necedad es parte de las ideas juveniles”. Ya cuando la necedad esta adherida en el corazón del joven, es más difícil que se pueda hacer algo. Por lo que la mejor oportunidad de corregirlo, al fomentar valores claros y sólidos, es en la niñez.
Para todos aquellos que hemos pasado la infancia, siempre existe una forma de reivindicar, si eres joven o adulto, puedes, mediante una escala de valores, elegir aquellos que edifiquen tu vida y la de los demás y comprometerte a incorporarlos en tu vida.
Postura de la Iglesia de Dios
Para los hijos de Dios la postura es la de mantener los valores en cualquier momento y cualquier lugar. Hemos entendido, que aunque estamos en este planeta, con costumbres e ideas muy diferentes, necesitamos aprender a convivir con el prójimo dentro del mundo, y no dejarnos influir, ni arrastrar bajo ninguna circunstancia por todo lo que en él se nos ofrece. El Señor lo dijo con estas palabras: “Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; mas porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso os aborrece el mundo” (Juan 15:19) y “Sabemos que somos de Dios, y todo el mundo está puesto en maldad” (1ª Juan 5:19). Por eso “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en Él.” (1ª Juan 2:15).
Lo que también necesitamos hacer, es enseñar a otros, a andar en integridad, y no buscando hacer el mal. “Sepa que el que hubiere hecho convertir al pecador del error de su camino, salvará un alma de muerte, y cubrirá multitud de pecados.” (Santiago 5:20). “Y cuando el impío se apartare de su impiedad, e hiciere juicio y justicia, vivirá por ello.” (Ezequiel 33:19).
¿Cómo podemos enfrentar la crisis de valores?
Es algo práctico lo que podemos hacer. Para mantenernos al margen y ser firmes, necesitamos evitar las malas compañías, primeramente y siendo consientes de quienes nos rodean, la Biblia dice: “Hijo mío, si los pecadores te quisieren engañar, no consientas. Hijo mío, no andes en camino con ellos; aparta tu pie de sus veredas: porque sus pies correrán al mal, e irán presurosos a derramar sangre. Porque en vano se tenderá la red ante los ojos de toda ave; mas ellos a su propia sangre ponen asechanzas, y a sus almas tienden lazo.” (Proverbios 1:10, 15:18). “Y no comuniquéis con las obras infructuosas de las tinieblas; sino antes bien redargüidas.” (Efesios 5:11).
Necesitamos hoy más que nunca, estar apercibidos para saber de todas estas cosas que están sucediendo, y que se acentuarán poco a poco. “Mirad, pues, cómo andéis avisadamente; no como necios, mas como sabios” (Efesios 5:15). Lo primero, es estar sabidos, andando prudentemente. Después, tener muy claro lo que vamos a hacer, saber cuál es el paso que vamos a dar, sin que ese camino que emprendemos cada día, nos conduzca a una vereda torcida, que sin duda, nos llevará a muerte: “Hay camino que al hombre parece derecho; empero su fin son caminos de muerte.” (Proverbios 14:12). “El camino del necio es derecho en su opinión: mas el que obedece al consejo es sabio” (Proverbios 12:15).
Conclusiones
No es tiempo fácil el que vivimos, y menos el que esperamos en breve. Es momento de que podamos pensar, si nosotros, como Iglesia de Dios, o tú como joven cristiano, estás en una postura de ser parte de la solución, o parte del problema. Los consejos del Señor, han sido los mismos, para vivir una vida de rectitud e integridad. Su palabra dice: “El que en integridad camina, será salvo” (Proverbios 28:18).
Lo que has aprendido de Dios, ha sido para vida. Lo que el mundo ofrece, es aflicción, y su fin será la muerte. Por eso el consejo del Señor es: “Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia, que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida: y enseñarlas has a tus hijos, y a los hijos de tus hijos.” (Deuteronomio 4:9). Lo que necesitas, es acercarte más a Dios, para evitar ser llevado por la corriente mundanal, olvidando los valores que desde pequeño has aprendido. Ocúpate y trabaja en ser mejor cada día, recordando todos los días de tu vida los valores que has aprendido para que “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras obras buenas, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” (Mateo 5:16).
Jazziel Picazo Cruz
Pánuco, Veracruz
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