Dijo el Predicador: (Eclesiastés 1:4-7); “Generación va, y generación viene: más la tierra siempre permanece. Y sale el sol, y pónese el sol… El viento tira hacia el mediodía, y rodea al norte… Los ríos todos van a la mar, y la mar no se hinche…” Este gran varón llamados Salomón reflexionaba sobre la creación del hombre y su existencia tan corta sobre la tierra, y como la tierra mantiene su estabilidad durante las generaciones, dando el mantenimiento alimenticio a los seres vivientes sobre ella; así también la función del sol que sale y se pone, sin que falte un día en que no salga. Sentía el viento como soplaba hacia el mediodía (sur) y como giraba hacia el norte, manteniendo sus giros de manera constante. Se quedaba observando los ríos, y razona el por qué al llegar estos a la mar, la mar no se llenaba. Encontrando una explicación, al lugar de donde los ríos vinieron allí tornaran para correr de nuevo.
En esta generación que nos toca vivir, es necesario contemplar y razonar sobre todo lo que Dios creó para el bienestar de la humanidad, y podremos como este gran Sabio, valorar cada una de las cosas que están a nuestro alrededor, pues, es común, que pocos sean los que valoren y agradezcan a Dios por un nuevo amanecer o atardecer, el calor del Sol, la lluvia o el frio, ya que estos acontecimientos no son exclusivos para un grupo específico. El Señor Jesucristo, afirma que nuestro Padre Celestial: “Hace que su sol salga sobre buenos y malos, de la misma forma hace que llueva sobre justos e injustos.” (Mateo 5:45). Manifestando por medio de estas palabras, que nuestro Padre Celestial es un Dios Maravilloso, que no hace acepción de personas, sino que Él manifiesta su poder y su misericordia, para que sus hijos le conozcan por medio de sus obras y se alegren, porque nunca faltará el trigo y las uvas, para poder preparar un buen pan y un jugo delicioso con las uvas, como en los tiempos del profeta Zacarías, cuando le anuncia a Judá y a Ephraim: “Porque ¡cuánta es su bondad, y cuánta su hermosura! El trigo alegrará a los mancebos, y el vino a las doncellas.” (Zacarías 9:17).
Indudablemente cuando la tierra da su fruto, hay alegría, pero aquí esta lo importante, reconocer de quién viene esta bendición y cómo se debe mostrar gratitud y sumisión; como aquél segundo Rey de Israel, llamado David, ejemplificando a Dios como un padre de familia con sus hijos, un padre complaciente, pero a la vez condicionante: “Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen.” (Salmos 103:13). No solo basta saber que Dios es complaciente, porque la complacencia que nos muestra también tiene un límite.
No podemos justificarnos, que a causa de que los tiempos son malos, estos nos impiden sujetarnos a su voluntad, creando en nuestro ser una confianza falsa, cayendo automáticamente a la imprudencia, de la cual el Apóstol Pablo advirtió a la Iglesia que estaba en Éfeso: “Redimiendo el tiempo, porque los días son malos, por tanto, no seáis imprudentes, sino entendidos de cual sea la voluntad del Señor.” (Efesios 5:16-17). La imprudencia en que han caído muchos de nuestros ancestros, nos debe preocupar porque, a causa de ello, perdieron esas ricas bendiciones que les fueron prometidas si ellos mantenían el temor a Dios. Por esta causa, el Predicador de los gentiles, llamado Pablo, escribe a los convertidos en Roma, cuanto a la Bondad de Dios y su Severidad: “Mira pues, la bondad y la severidad de Dios: la severidad ciertamente en los que cayeron; más la bondad para contigo, si permanecieres en la bondad; pues de otra manera tú también serás cortado.” (Romanos 11:22). La expresión mira, le podemos buscar muchos sinónimos como: buscar, considerar, prestar atención, estar orientado, etc.
En los 66 libros que conforman las Sagradas Escrituras, hurgando en ellos, encontramos cuantas cosas buenas ha disfrutado el hombre de parte de Dios, así también cual ha sido el pago para aquél que no se sujetó, por esta causa, el Apóstol Pablo recomienda, ser cuidadosos con nuestra forma de creer, pues si creemos y actuamos como ellos (Pueblo de Israel) también como ellos, recibiremos el pago de nuestra rebelión.
En el capítulo 16 del 2do libro de los Reyes, encontramos la historia del reino de Judá, administrada por el rey Acház hijo de Jotham, que en un lapso de dieciséis años duró su reinado, no hizo lo recto en los ojos de Jehová su Dios, al igual que los reyes de Israel.
a) Hizo pasar por el fuego a su hijo.
b) Sacrificó, y quemó perfumes en los altos y sobre los collados y debajo de todo árbol umbroso.
c) Profanó en el Templo, quitando el altar de bronce que estaba delante de Jehová, tomándolo en propiedad.
d) No hizo diferencia entre los sacrificios ofrecidos a Dios,
Pero también dicen las Santas Escrituras, que estos reyes, Acház rey de Judá y Oseas hijo de Ela, rey de Israel, se engañaban así mismos, pues en su parecer temían a Dios, pero juntamente sirvieron a sus ídolos, por esta causa, su reinado fue corto, Acház gobernó 16 años y Oseas 9 años. (2ª de Reyes 18:10-12).
La solución básica para nuestro tiempo está en acercarnos a Dios, pidiendo clemencia, reconociendo que es por la misericordia de Dios, que estamos vivos sujetándonos a sus mandamientos, “Así no nos volveremos de ti: Vida nos darás, e invocaremos tu nombre.” Salmo 80:18.
Min. Nazario Márquez Pérez
Chachapa, Pue.
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