Son muchas las características que un hijo de Dios debe cumplir, cada día de la vida es el momento para pulir las deficiencias y transformar el pecado en una virtud que ayude a conseguir la bendición de Dios. La Biblia nos muestra una larga lista de personajes que con carácter enfrentaron situaciones complejas para poder manifestar su fe y confianza en Dios, hoy entendemos que la parte importante de estos relatos es como con hechos claros manifestaban ser hijos de Dios, personas especiales, apartadas y reservadas para participar de un don celestial.
En el antiguo Israel el sacerdote portaba una plancha de oro sobre la mitra, esta plancha tenía una inscripción muy especial, “Santidad a Jehová” era su grabado y manifestaba lo especial que era este oficio y como no se debía de menospreciar la reconciliación del pecado, si en algún momento el sacerdote hacia algo en contra de la limpieza expresa de este oficio, su destino era la muerte.
El capítulo 10 del libro de Levítico nos muestra la historia de los hijos de Aarón, Nadab y Abiu, al igual que su padre eran sacerdotes de Jehová y en su oficio se encontraba la tarea de realizar los sacrificios por el pecado, los continuos y los específicos, los anuales y la quema de los perfumes, sin embargo aunque la tarea era muy clara, en sus mentes se concibió una idea distinta.
Un fuego extraño se manifestó de entre los muebles que fueron ungidos para el servicio del sacerdocio, Dios acabo con ellos, ya que su falta de temor hizo que olvidaran lo importante de su tarea. Meditemos en que cada día es la oportunidad idónea para ser mejor, para poder limar todo lo que nos perjudica y aleja de recompensa eterna.
Son muchos y muy diversos los aspectos que inciden directamente en cada uno de nosotros por los cuales detenemos nuestro paso hacia la santidad, sin embargo el llamado del Señor es recordarnos de cómo hemos sido elegidos para ser distintos, para ser santos, … y el santo sea santificado todavía.” Apocalipsis 22:11. Es por ende necesario pensar en cómo encontrar y persistir en el camino de la santidad.
No dejemos que los aspectos de este mundo nos venzan, que ninguna ideología humana llegue a nuestro corazón, hagamos que nuestra fe crezca cada día, dejemos lo humano por lo eterno y siempre busquemos ser un ejemplo de apartamiento, de consagración, de amor, de un ser que ha dejado lo terreno por lo eterno. Llevemos en nuestro corazón la leyenda escrita en el sacerdote antiguo, escribamos en nuestro interior con claridad ya que somos apartados para ser santos y recibir la bendición preparada desde la fundación del mundo.
“Porque la voluntad de Dios es vuestra santificación…” 1° Tesalonicenses 4:3
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