“Más vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, gente santa, pueblo adquirido, para que anunciéis las virtudes de aquel que os ha llamado de las tinieblas a su luz admirable.” 1ª Pedro 2:9
Ser un reino de sacerdotes significa que se nos encomienda un papel importante en relación al plan de Salvación y su consumación en la segunda venida de Cristo. Podríamos ser una nación santa aun estando solos en el mundo; pero la existencia de un reino de sacerdotes implica necesariamente la existencia de otros hombres, a favor de los cuales se cumpliría el servicio sacerdotal.
Nuestra misión ha sido trazada por dos profecías:
La de Jeremías, que prevé una era en la cual Dios establecerá un nuevo pacto con los hombres: “He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Jacob y con la casa de Judá: un nuevo pacto… éste es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en sus entrañas, y escribiréla en sus corazones; y seré yo a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñara más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: conoce a Jehová: porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos, hasta el más grande, dice Jehová…” Jeremías 31:31, 33, 34.
Y la de Isaías que dice: “…Porque los labios de los sacerdotes han de guardar sabiduría, y de su boca buscarán la Ley; porque mensajero es de Jehová de los Ejércitos” Malaquías 2:7
De estas palabras se desprende que el conocimiento del Señor está ligado estrechamente con la aparición del Señor Jesús, sí el Ministerio junto con la Iglesia deseamos cumplir debidamente esta misión de ser “Linaje escogido, real sacerdocio, gente santa, pueblo adquirido, para que anunciéis las virtudes de aquel que os ha llamado de las tinieblas a su luz admirable” 1ª Pedro 2:9-10, imperativamente debemos buscar, conservar y difundir el conocimiento de Dios y su voluntad.
Un real sacerdocio debe, en primer término, tener el conocimiento de Dios, y después de ello podrá transmitirlo a los demás hombres. Las Escrituras demuestran que la caridad y la justicia, la humildad, la verdad, y la santidad; conducen al conocimiento del Señor. Todo esto ha sido establecido por la Biblia en su sentido más amplio: “El libro de aquesta ley nunca se apartará de tu boca: antes de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito… Ocúpate en leer, en exhortar, en enseñar” Josué 1:8; 1ª Timoteo 4:13.
Como vemos, todo esto se establece también en la dedicación de nuestros corazones a amar y a reverenciar a Dios. Es cierto que éste es un camino difícil pero contiene tanta dicha, en el cual sentimientos, intelecto y voluntad actúan en absoluta armonía. Las funciones son dirigidas por Dios y son cumplidas por la libre voluntad del hombre que las ejecuta. Si logramos este estado, seremos ejemplo y modelo a los otros, tal como lo hicieron los Profetas de Dios, que no vacilaron en dirigir sus palabras aún a los pueblos extranjeros y de este modo enseñaron la virtud de los buenos ejemplos. Sólo entonces vendrá el hijo pródigo, de tierra extraña a rendirse ante el Señor.
“Así dijo Jehová: Guardad derecho, y haced justicia: porque cercana está mi salud para venir, y mi justicia para manifestarse. Bienaventurado el hombre que esto hiciere, y el hijo del hombre que esto abrazaré: que guarda el Sábado de profanarlo, y que guarda su mano de hacer todo mal.” Isaías 56:1-2
Esto no es mera teoría ni falsas promesas. El profeta consuela a los hijos de tierra extraña y los acerca al Señor, explicándoles las condiciones para su redención. Esto indica que precisamente el buen ejemplo del pueblo de Dios, la Iglesia, que tiene el conocimiento del Señor, induce a los hombres a acercarse al Señor. Esta es la finalidad de la historia de un linaje escogido, real sacerdocio y pueblo santo, y la misión que se le ha encomendado: conducir a que todo el mundo se convierta al Señor.
Entonces, como pueblo de Dios, habremos cumplido nuestra misión suprema, de preparar al mundo para la inminente segunda venida de Cristo, se cumplirán las profecías y el mundo entero será unificado en el conocimiento del Señor en un Reino de paz y de justicia.
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