Estimados lectores, deseando que el espíritu de Dios guie este mensaje de su palabra, les invito a que juntos analicemos y al mismo tiempo reflexionemos sobre el llamado que Dios ha hecho en nuestra vida para servirle.
Consideremos primeramente el término vocación (del latín: vocare; llamar), el cual definiremos como: “El llamado que recibimos de parte de Dios para servir en su obra”. Muchas veces nos preguntamos si hemos recibido la bendición de ser llamados hijos de Dios, ¿Somos dignos de ello? Y sobre si en verdad ¿Ésta es nuestra vocación? Entendemos por lo antes descrito que Dios ya ha determinado nuestra condición actual, lo que nos lleva a cuestionarnos acerca de ¿Cómo hemos valorado nosotros este llamado?, o aun mas ¿Si hemos hecho su voluntad?
A través de su palabra podemos analizar grandes ejemplos de hombres que recibieron el llamado de Dios, por mencionar algunos ejemplos: Moisés, quien apacentaba el rebaño de su suegro Jetro. David apacentaba el rebaño de su padre, Pedro, Jacobo y Juan fueron pescadores, Onésimo un esclavo, Cornelio un fiel soldado romano. Todos ellos siervos de Dios que aceptando su llamado, fueron en pos de Él.
El llamado de Dios
“Jehová llamó a Samuel; y él respondió: Heme aquí. Y corriendo luego a Elí dijo: Heme aquí; ¿para qué me llamaste?, y Elí le dijo: Yo no he llamado; vuélvete a acostar y Él se volvió, y acostóse. Y Jehová volvió a llamar otra vez Samuel. Y levantándose Samuel vino a Elí, y dijo: Heme aquí; ¿para qué me has llamado?, y el dijo: hijo mío yo no he llamado vuelve y acuéstate. Jehová pues llamó la tercera vez a Samuel y dijo Elí a Samuel: ve, y acuéstate: y si te llamare dirás: Habla, Jehová, que tu siervo oye.” 1ª Samuel 3:4-9. ¿En el tiempo actual hemos escuchado el llamado de Dios? Como miembro o simpatizante de alguna congregación, hemos escuchado la voz de Dios, sin embargo a este llamado de ministrar en su obra, muchas veces sólo hemos dicho “mañana habrá otra oportunidad.” Tal vez has sido invitado a participar como instructor en una de las fraternidades, has servido como ayuda en la organización y desarrollo de cultos de alabanza a Dios o eventos dentro de la Iglesia o en diversas labores; pero aún no deseas comprometerte totalmente con la Obra de Dios, por lo anterior es necesario valorar este llamado y si ya hemos trabajado, lo importante es no abandonar esta labor. ¿Qué puede impedir mi servicio a Dios?
“Y aconteció que yendo ellos, uno le dijo en el camino: Señor te seguiré donde quiere que fueres. Y le dijo Jesús: las zorras tienen cuevas, y las aves de los cielos nidos: más el hijo del hombre no tiene donde recline la cabeza. Y dijo a otro: sígueme, y el dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre. Y Jesús le dijo: deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú, ve y anuncia el reino de Dios. Entonces dijo otro: te seguiré, Señor; más déjame que me despida primero de los que están en mi casa.” Lucas 9:57-61.
Muchas veces los obstáculos nosotros mismos los hacemos y por si fuera poco, nos buscamos cuentas con Dios.
Cuando escuché el llamado de Dios, lo primero que se venía a mi mente era: la cuestión sobre lo que acontecería sobre mis sueños, ilusiones, propósitos, viajes, conocer nuevos lugares, otras amistades, etc.
Miraba a mi alrededor y me daba cuenta que mis amigos cada día se alejaban más de mí, puesto que ya no frecuentaba los mismos lugares, ni pasatiempos que ellos; y pensaba que estar en el camino de Dios sería muy difícil. Sin embargo, al reflexionar al respecto, pude considerar que el llamado de Dios era lo más maravilloso que podría haber ocurrido en mi vida, pues es un don de Dios. Y hoy he podido constatar que en su camino he logrado más de lo que había pensado en la vida. Cuando se tiene la oportunidad de tener una carrera profesional, lejos de ser un obstáculo, es una bendición de parte de Dios; ya que si poner a su servicio los conocimientos, habilidades y destrezas que logramos adquirir, se engrandece más la Obra del Señor. Sin embargo tristemente se puede ver que en muchas ocasiones, las personas se terminan alejando de la presencia de Dios. Y la exhortación es: “¿Así pagáis a Jehová, pueblo loco e ignorante? De la Roca que te crio, te olvidaste: te has olvidado de Dios tu Criador.” Deuteronomio 32:6, 18.
Recordemos siempre: “Ninguno que milita se embaraza de los negocios de la vida: a fin de agradar a aquél que lo tomó por soldado.” 2ª Timoteo 2:4. Es así como debemos pensar, en todo momento lo primero es la Obra de Dios. Demandemos a Dios una fuente de empleo donde podamos servirle, o un negocio propio, todo aquello en que lo honremos con nuestros actos y pensamientos.
¿Cuál es mi vocación?
“Y Él mismo dio a unos, ciertamente Apóstoles, y a otros profetas; y otros evangelistas; y otros pastores y doctores; para perfección de los Santos, para la obra del ministerio, para edificación del cuerpo de Cristo.” Efesios 4:11, 12.
Tal vez la parte más difícil es preguntarnos y encontrar la respuesta sobre, ¿Cuál es mi verdadera vocación?, o ¿Cuál es el trabajo al que Dios me ha llamado?, lo cierto es que Dios te dice: “…Si hoy oyereis su voz, no endurezcáis vuestro corazón…” Salmos 95:7, 8. Y si tomamos en cuenta esto, seremos un instrumento útil para toda buena obra. La ocupación que más desees realizar, la desempeñaras con un corazón perfecto y voluntario, pues Dios se agradara de ti y nada quedara sin recompensa. Tenlo por seguro.
¡Toma tu cruz y sígueme!
Consideremos que Dios nos ha llamado a ser parte de un pueblo especial, y que hay mucho trabajo en el cual podemos ocuparnos. “Y les decía: La mies a la verdad es mucha, más los obreros pocos; por tanto rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies” Lucas 10:2. Estas palabras deben hacernos sentir la necesidad que impera en estar al servicio de Dios, pero no sólo consiste en aceptar el llamado, sino ejercer este hermoso ministerio como Cristo quiere. No mirando las cosas terrenas; “Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz cada día y sígueme.” Lucas 9:23.
Acepta pues el llamado de Dios y nunca te faltará nada, pues el todo poderoso te proveerá. No mires a tu lado porque el llamado es para ti.
No tengáis en poco su llamado
Al pasar los días y hacer nuestros este llamado, debemos siempre estar fervientes de espíritu y nunca ociosos, para no caer en lazo del enemigo. Valoremos y no provoquemos a ira al omnipotente con obras reprobadas.
Atesora el llamado de Dios y abraza con todo el corazón este hermoso evangelio, no dejes que sea vana la Palabra de Dios, reflexiona: “¿Os es poco que el Dios de Israel, os haya apartado de la congregación de Israel, haciéndoos a llegar a sí, para ministraseis en el servicio del tabernáculo de Jehová, y estuvieseis delante de la congregación para ministrarles? Deuteronomio 16:9.
Por lo cual los que han recibido este llamado, esfuércense siempre y evitemos tener en poco la bondad del todo poderoso, tomemos en cuenta que esa mirada de amor que tuvo el Padre para elegirnos nos hace acreedores de una distinción única.
Por eso, les invito, en los más profundo de la vida espiritual a que con calma y ahínco escuchemos la voz de Dios y mostremos valentía, honra, y humildad para aceptar con disposición esta convicción tal como lo hizo Gedeón, siervo de Dios: “Y el ángel de Jehová se le apareció y díjole, Jehová es contigo varón esforzado. Ve con esta tu fortaleza. Porque yo seré contigo…” Jueces 6:12, 14, 16.
Haz tuyas estas palabras y el ángel de Jehová ira delante de ti.
Diác. Mario Humberto López Pastor
Villahermosa, Tabasco.
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